Amedida que avanzan las primarias, aumentan los nervios. En la dirección del Partido Demócrata están como flanes porque lo que está pasando no lo esperaban, no les gusta y no lo controlan. Bernie Sanders (78 años), que por ahora va por delante, les da miedo porque piensan que no puede ganar a Donald Trump el próximo 3 de noviembre. Creen que necesitan un candidato moderado, de centro, capaz de unir al partido, de atraer a gentes de todo el espectro político y de concitar apoyos en minoras importantes como los afroamericanos o los hispanos. Alguien que sume y que no asuste a nadie. Y resulta que Joe Biden, el candidato que la dirección prefiere, va tercero en la carrera para la nominación, ha empezado con mal pie como le ocurriera al republicano Jeb Bush en las elecciones del 2016 cuando era otro teórico front-runner, mientras ha comenzado como un cohete Bernie Sanders, un hombre que se define como «socialista democrático», que ha recibido el apoyo entusiasta de la mediática Alexandria Ocasio-Cortez, que quiere subir los impuestos a los ricos, ofrece un Green New Deal, y pretende dar educación general gratuita y un seguro médico universal al estilo de lo que Obama pretendió con el conocido como Obamacare, que fue lo primero que Trump se cargó.

Bernie Sanders lo está haciendo mucho mejor que lo esperado porque ha ido más allá de lograr apoyos en las dos áreas en las que es más fuerte: los liberales y los jóvenes. Ha perdido por los pelos (o no) con Pete Buttigieg en el desmadre de los caucuses de Iowa y luego ha ganado en New Hampshire y en Nevada, donde ha recogido el voto mayoritario de los hispanos que le llaman «Tío Bernie». En Nevada se ha llevado también los votos de los jóvenes, de los liberales, de los que quieren batir a Trump como sea y también de los indecisos, a pesar de la oposición del poderoso sindicato de hostelería de Las Vegas. La prueba de que en este momento va por delante es que en el debate del pasado martes concitó sobre sí la artillería de todos los demás candidatos, que le acusaron de simpatías con dictadores izquierdistas que violan los derechos humanos. Biden espera que las primarias de Carolina del Sur, celebradas el domingo, donde partía como favorito con una ventaja de 5 puntos, marcarán el principio de su recuperación porque corteja y confía en el voto afroamericano (ha prometido nombrar un juez negro en el Tribunal Supremo) que en ese Estado es decisivo. Siguen también en carrera Pete Buttigieg, Elizabeth Warren y Amy Klobuchar, además de los millonarios Tom Steyer y Michael Bloomberg, que lo hacen a base de chequera.

La cita realmente importante llegará el Supermartes 5 de marzo cuando votarán 14 estados y se decidirá un tercio del total de delegados (1.357) para la Convención que debe elegir el candidato del Partido Demócrata para la presidencia de EEUU. Entre los catorce estados están los dos cruciales de California (416 delegados) y de Texas (228 delegados), en los que los hispanos pueden decidir el ganador. Según las encuestas, Sanders parte con ventaja en California (tiene el doble de apoyo que Biden) y como para puntuar allí hay que recibir al menos un 15% de los votos, podría llevarse la mayoría de los delegados que ese estado otorga y que suponen casi un décimo del total.

Y esto pone a todos de los nervios. La dirección del partido, no quiere nombrar a Sanders candidato a la presidencia porque está convencida de que sus posibilidades de ganar a Trump son muy pequeñas y que además arriesga el mismo control de la Cámara de Representantes que ahora domina, pero se da también cuenta de no podrá hacerlo si Sanders llega a la Convención con mayoría de delegados. Y por esa misma razón está nervioso Sanders, que necesita garantizar esa mayoría lo antes posible y que sabe que si sale bien parado de South Carolina, aunque no gane, y del «Supermartes» de la semana próxima el Establishment lo tendrá muy difícil para pararle y montar otra nominación en torno a un «candidato de consenso». Alguien como Biden, Bloomberg (a pesar de su pobre actuación en los debates), o el mismo Pete Buttigieg que a muchos les parece demasiado inexperto, entre algunas otras cosas, aunque tenga la imagen de candidato joven, atractivo y progresista, del tipo que llevó a la Casa Blanca a presidentes tan carismáticos como Kennedy, Clinton y Obama Y finalmente están nerviosos los demás candidatos, que son partidarios de una convención abierta donde aún tengan posibilidades. Sobran nervios en el partido Demócrata mientras el tiempo corre y a todos se les puede estar pasando el arroz.

Y en mitad de este lío los Servicios de Inteligencia detectan nuevas ingerencias rusas en el proceso electoral. Las hubo en 2016 en favor de Trump y en contra de Hillary Clinton, y ahora parece que los rusos vuelven a las andadas aunque con un cambio: apoyan a Trump en el lado Republicano y a Sanders en el Demócrata, supongo que para que no se diga que no son imparciales. A Putin le conviene un presidente poco entusiasta de intervenciones exteriores (ambos lo son) y lo más extremista posible para que divida y polarice al país y debilite los apoyos que pueda tener cuando le toque gobernar. Eso y desprestigiar el proceso electoral en su conjunto y la misma democracia norteamericana.

El momento no puede ser más interesante. Nada está aún decidido y el reloj corre. De ahí los nervios.

*Diplomático y exembajador de España en Estados Unidos