Cientos de miles de aragoneses tomaron ayer las calles de ciudades y pueblos para condenar los salvajes atentados de Madrid, clamar contra el terrorismo y resaltar la defensa unánime de la libertad y la democracia. Se podría decir que el único efecto positivo que tiene el terrorismo es que provoca tal conmoción en las personas de bien que es capaz de hacer aflorar lo mejor de nosotros mismos. Ayer, con el espíritu sobrecogido por la matanza, los aragoneses supieron sobreponerse y permanecer juntos para plantar cara a los terroristas, sean quienes sean los autores de esta barbarie, que quieren doblegar a todo un pueblo. A pesar de la persistente lluvia casi nadie se quedó en casa. Familias enteras, ancianos que soportaron el chaparrón sin una queja, y jóvenes, muchos jóvenes, que gritaron contra los asesinos que reventaron trenes llenos de jóvenes como ellos. Ayer los paraguas no pudieron proteger las lágrimas.

Los cientos de miles de zaragozanos que participaron en la marcha de ayer sabían dónde tenían que estar y para qué, y los líderes políticos, pese a los titubeos y desencuentros iniciales, estuvieron a la altura de las circunstancias y adoptaron la misma actitud de un pueblo dolorido, que no entiende ni de siglas ni de lemas, sólo de dolor, rabia y decisión firme de no bajar la cabeza. El manifiesto suscrito por todos expresaba el "firme compromiso" de los aragoneses con las víctimas de Madrid, entre las que figuran una zaragozana y un joven, hijo de turolenses. El Justicia de Aragón fue ayer el representante de todo el entramado social e institucional al dar lectura a la declaración aprobada por los cinco grupos parlamentarios de las Cortes de Aragón, en la que se llama a los aragoneses a acudir mañana a las urnas como "respuesta de altura" frente a los "bárbaros y miserables asesinos" que perpetraron la matanza. Votar mañana es la mejor respuesta que se puede dar a quienes buscan la división de los españoles, justo en unas fechas sagradas para la democracia.