En los últimos años ha arraigado la idea de que España se ve abocada a una segunda transición, coincidiendo con un relevo generacional hilvanado en las calles y con los empujones de los descontentos que reclaman una actualización de la Constitución del 78, que ya sabemos que no es intocable (al menos cuando de doblar el espinazo ante Merkel se trata). Pero lo sustancial de esta conveniencia (o necesidad) tiene que ver más con la propia práctica política, que da muestras de enquistamiento si no de derrumbe por culpa de la corrupción generalizada y del fiasco de unos partidos que piensan antes en sus problemas orgánicos que en la sociedad.

El día a día eleva cada vez más el nivel de sonrojo. En las formas, los recientes casos de ébola en nuestro país y EEUU han evidenciado, por contraste, las diferencias en el tratamiento informativo y el nivel de transparencia. Mientras allí elogiaban y priorizaban la valentía de la infectada, aquí primaba la precipitación y la culpabilización de la enferma, eludiendo explicaciones razonadas. La ausencia de ceses o destituciones da cuenta de lo poco que significa ya la responsabilidad pública, algo que arruina la credibilidad. En el fondo, tampoco faltan ejemplos. La desproporción comparativa entre sentencias judiciales (Madrid Arena y 15-M) o la tolerancia con el despilfarro obsceno en Bankia, tarjetas opacas mediante, (con el PP bloqueando una comisión de investigación parlamentaria) abundan en la misma falta de ética.

Si la impunidad es la respuesta a la corrupción, por intereses o incompetencia, estamos en otro fin de ciclo inevitable. Y aquí vuelve a ser pertinente aquel memorable artículo ¿Estamos preparados para el cambio?, publicado en Triunfo en abril de 1975. La pregunta vale para hoy. El diagnóstico de su autor, José Aumente, instaba a superar "demonios familiares" patrios como compadreo, medro, amiguismo y triunfalismo sin escrúpulos. Todos en plena forma ¡cuatro décadas después!. Queda saber si en esta ocasión sí serán derrotados por esa solidaridad organizada que se extiende por más y más sectores sociales. Más que nunca, repasar el pasado puede ser útil para recuperar un futuro digno. Periodista