Algunas de las nuevas fuerzas que han emergido en política, y no solo en España, pretenden anular el eje clásico derecha/izquierda declarándolo obsoleto, siguiendo la línea de aquel fin de la historia por el que abogaba Francis Fukuyama. En algunos casos se trata de tener las manos libres para relativizar los programas electorales en base a un pragmatismo oportunista. En otros, el objetivo es redifinir y actualizar los mensajes en un mundo global e interconectado. Y en todos, la idea es liberarse del pesado y enojoso lastre que los dos conceptos (y sus valedores) han dejado para la Historia.

Conocida es también aquella intentona de Tony Blair (basada en los planteamientos del sociólogo Anthony Giddens) llamada tercera vía o socioliberalismo, donde supuestamente se aceptaba pulpo como animal de compañía; es decir, una inevitable economía desregularizada que al mismo tiempo respetara, aunque de modo tácito y tibio, ciertos aspectos de justicia social que amortiguaran el previsible déficit democrático subsiguiente. La consecuencia inmediata de tan difícil equilibrio fue, y sigue siendo, el desprestigio y desplome de los partidos socialdemócratas.

Dar por agotada la distinción izquierda/derecha no es tan sencillo si atendemos a que el concepto clave que impera en nuestras vidas es el de igualdad. Siguiendo a Bobbio, siempre habrá quienes, por una convicción moral, busquen la forma de atenuar y reducir los factores de desigualdad social mientras que otros creerán que se trata de un dato ineliminable.

En lo que se refiere a España, precisamente con Mariano Rajoy nos convertimos en el tercer país más desigual de la UE y en el que más aumentó esta brecha desde la crisis. Su gestión y su prioridad se centraron en la macroeconomía, olvidando la redistribución de los recursos y practicando recortes en sanidad (un 37% desde el 2010) o educación sin abordar una necesaria reforma fiscal. Y es en ese escenario en el que no cabe hablar de centro político donde la distinción izquierda/derecha sigue siendo pertinente. Por un lado, vemos al PSOE abierto por primera vez a pactar con su izquierda, en este caso con un Podemos que tras no asaltar el cielo ha aceptado madurar y conquistar palmos de tierra; y por otro, asistimos a un chusco e inédito duelo en la derecha en el que PP y Cs parecen Bud Spencer y Terence Hill, dos compinches liados a puñetazos que lo mismo mañana se están dando abrazos. H *Periodista