Este 8 de marzo, las mujeres y los hombres que apuestan por la democracia, y por los valores y los derechos en los que esta se sustenta, han tenido, además de la larga lista de reclamaciones habituales, motivos sobrecogedores para gritar alto y fuerte por la igualdad. El primero es la afrenta a la libertad y los derechos de las mujeres protagonizada paradójicamente por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, cuya reforma de la ley del aborto saca los colores a España ante Europa y proyecta un país en el que la ciudadanía no puede reconocerse. Las mujeres asisten con estupor a la discusión de una legislación que las convierte en incapaces de discurrir por ellas mismas, las infantiliza y las fuerza a ser madres por imperativo biológico.

Gallardón intenta que todo esto transcurra como si su propuesta fuera normal, pero este ataque directo a unos derechos femeninos ya conquistados da pie a declaraciones de falaz atrevimiento de destacados dirigentes religiosos, como la del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, que ha comparado la capacidad de decisión de las mujeres sobre el aborto con el Holocausto o la guerra civil.

VÍCTIMAS // Violencia verbal hacia las féminas, su dignidad y su derecho a ser tratadas como ciudadanas normales. Ese amago de pervertir los conceptos confunde la necesidad de legislar para toda la ciudadanía --ningún clamor popular ni nada parecido pedía un cambio de la norma actual-- con el deseo de muchas mujeres de ser madres y no poder serlo porque la sociedad las penaliza por eso.

Las mujeres no pueden convertirse, una vez más, en la primera víctima del recorte de derechos y libertades. Ante millones de ojos españoles, las mujeres siguen siendo objeto de violencia. El reciente informe de la Agencia para los Derechos Fundamentales de la Unión Europea ha revelado la extensión de la violencia como un grave impedimento para la igualdad. Haría bien el ministro Gallardón en leerlo y tomar medidas para atajar esta injusticia inasumible y diaria, que en su peor manifestación ha dejado sin vida a 15 mujeres este año.

La violencia las expulsa de sus casas, las precariza, las deja en inferioridad de condiciones ante los varones. Porque las mujeres son, además, las que se ocupan de los hijos, sin ayudas, por cierto, para paliar las consecuencias de esa violencia. Violencia también es decirle a una mujer que no puede decidir.