La política migratoria de Trump da un paso adelante en su afán de convertir la frontera americana en una especie de bastión inexpugnable. Ahora se anuncia un cambio normativo que ha de permitir a la Administración la detención de forma indefinida de familias de inmigrantes sin papeles, lo que significa que se anularía el llamado acuerdo Flores que prevé un máximo de 20 días de detención para los menores. En su momento, la separación de padres e hijos y la reclusión de estos en recintos inhabitables, sin las mínimas condiciones de salud e higiene, ya provocó un rechazo internacional, pero las medidas que ahora hemos conocido van más allá en una lucha contra la inmigración que vulnera los más elementales derechos humanos. La nueva normativa aún puede ser revertida en los tribunales, pero se trata de un episodio más en la dinámica enloquecida del mandatario americano. Salpicada de disparates y de exabruptos, pero también de medidas efectivas que atentan contra los pilares de la democracia y que ponen en un brete a la economía mundial, como la guerra comercial con China. La reciente idea de Trump de comprar Groenlandia ha sido percibida como una broma de mal gusto, pero indica el talante del presidente, con una insólita reacción de posponer una visita de estado a Dinamarca por la negativa a negociar una hipotética venta. Despecho infantil, amenazas y prepotencia de magnate, pero también políticas inhumanas avaladas por un discurso excluyente y supremacista.