Esta vez es distinto. El eslogan de la campaña institucional para las elecciones europeas del 25 de mayo es gran parte verdad, aunque es una verdad de dos caras. En la positiva, estos comicios implican a la ciudadanía más directamente que los anteriores: por primera vez en la historia de la Unión Europea el resultado electoral deberá ser tenido en cuenta cuando se trate de nombrar al presidente de la Comisión. También es un elemento positivo el enorme incremento de las atribuciones de la Eurocámara. Pero hace distintas estas elecciones, en este caso en negativo, un doble fenómeno: la creciente y generalizada desafección hacia la UE y la pujanza de los partidos antieuropeos y euroescépticos

En el 2007, antes de que estallara la crisis, la confianza de los europeos en las instituciones de la UE era del 57%, y hoy se ha derretido hasta un triste 31%. La crisis ha puesto en evidencia las grandes contradicciones del proyecto europeo hoy. La falta de varias patas como la unión bancaria o la fiscal, el cambio de equilibrios internos con el papel predominante adoptado por Alemania, la pérdida de peso de la Comisión a favor de la institución menos comunitaria y más interestatal como es el Consejo son elementos que explican el alejamiento de los ciudadanos. Ante el mayor desastre económico y financiero padecido en Europa desde la segunda guerra mundial, los europeos se han encontrado a la deriva, en manos de unas élites políticas, y sobre todo financieras, que no han hecho más que imponer sacrificios a unos ciudadanos que han visto que el modelo social europeo, antes tan envidiado, sucumbía por decisiones impuestas de forma muy poco democrática, pasando por encima de la soberanía de los estados. Desde las primeras elecciones comunitarias, en 1979, en las que votó el 62% del censo, la participación no ha hecho más que menguar (en el 2009 fue del 42,5%). Lo que no deja de ser muy contradictorio cuando el poder de la Eurocámara es cada vez mayor. Históricamente, estos comicios han sido utilizados por los votantes en clave nacional. Esta vez no será distinto. Sin embargo, el foco debe estar puesto en Europa. No es lo mismo que ganen las elecciones los conservadores o que lo hagan los socialdemócratas. Ni es lo mismo mirar solo al pasado o pensar en un futuro más profundamente europeo. Ni dejar que la democracia siga deteriorándose o intentar reforzarla.