Ayer, los municipios del Pirineo agrupados en Adelpa se presentaron en la Confederación Hidrográfica del Ebro para hablar de sus cosas. Una de ellas, la más importante, se refiere a los expedientes de sanción que se han abierto contra unos pueblos donde el Gobierno aragonés programó depuradoras (dentro del plan aquel que ha sido desmontado por la Cámara de Cuentas), viene cobrando canon... pero los vertidos van al río sin tratar porque todo fue, como bien sabemos, una magnífica tomadura de pelo.

Ya no caben dudas sobre la tortuosa naturaleza de lo que en su día concibió y ejecutó el departamento (¡de Medio Ambiente!) que dirigía el regionalista Alfredo Boné. Construyeron bastantes menos depuradoras de las previstas, muchas de ellas sobredimensionadas y de dudosa tecnología. Desviaron a otros usos los fondos destinados a pagar esos equipamientos, cuya construcción financiaron luego adjudicando su explotación a empresas privadas. Montaron, en suma, un sucio tinglado que se ha revelado insostenible. Ni siquiera cargando a los zaragozanos con el consabido canón aragonés de vertidos (aunque en la capital ya se paga la depuración por otro lado) podrá ser mantenido a flote.

Pero por lo visto no va a pasar nada. El desaguisado no tiene padre ni madre. O mejor dicho, sí los tiene y son perfectamente conocidos. Pero su responsabilidad, al parecer, es nula. Tampoco hay forma de revertir las contratas con las concesionarias privadas porque los derechos de estas fueron blindados a conciencia. Al final, el pato lo van a pagar los ayuntamientos altoaragoneses multados, y el descolocado alcalde de Zaragoza, a quien todos pondrán a parir en cuanto tenga que pasar al vecindario (tanto si quiere como si no) un nuevo recibo relacionado con el ciclo del agua.

Claro, hay que comprender que esto de las depuradoras fue una jugarreta del PAR. Y como los benditos regionalistas estuvieron amigados con el PSOE y ahora con el PP, cuentan con la benevolencia de ambos partidos. Tan ricamente, oye.