Parece que los casos de corrupción y el bacatazo electoral en Cataluña han echado al PP de su emblemática sede de Genova 13. Un desahucio político en toda regla. Casado ha llamado a los del transporte urgente para largarse de “un edificio que está siendo investigado por la justicia”, afirma en sus declaraciones.

¡Toma ya! Construir esta frase es reconocer la evidencia de los hechos. Asumir que las cloacas del poder olían a distancia. Se van con el rabo entre las piernas y no dejan ni los muebles. No vaya a ser que encuentren un pendrive sujeto con cinta celo debajo de una de las exquisitas mesas de la quinta planta, ocupada tras las reformas por la expresidenta más torera e insolente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Unas reformas tan oscuras e invisibles en las que el partido que gobernaba por entonces (2006), con Rajoy al mando, se gastó un pellizco de 750.000 euros pagados con dinero negro, más otros 960.347,2 euros para reformar la planta baja. Toda esa pasta sin facturas, por supuesto. Donde hay patrón no manda marinero. Por eso, y mucho más que las paredes saben, el buque insignia del PP lo abandonan rápido no vaya a ser que se hunda con las jóvenes hornadas de la derecha dentro.

No quieren dejar huellas en este desahucio exprés. Las sombras de los extesoreros Álvaro Lapuerta y Bárcenas les siguen allí donde vayan. También la sombra alargada y silenciosa de Mariano. Están hartos de oír “el dinero de la caja B”, “los sobres que se entregaban regularmente en cajas de puros o en libros” a los gerifaltes del partido, y cosas así de desagradables. Esas acusaciones son historias del pasado —dicen—y no queremos saber nada de la corrupción. Pero no reniegan públicamente de sus padrinos. Adoptan la postura infantil de cambiar de casa para lavar ese pasado reciente que se airea en los juzgados y en Soto del Real.

La proa del edificio de la madrileña calle Génova parece ahora un barco navegando en aguas turbulentas. ¿Por qué este gesto de cara a la galería? ¿Ocultan pruebas? ¿No soportan el hedor de las cañerías bloqueadas por la corrupción? Si las paredes hablaran nos contarían sus secretos y de lo que es capaz la prepotencia del poder cuando se siente inmune y acostumbrada a hacer trampas. Lo que más molesta de este gesto publicitario es que piensan que los ciudadanos de este país somos tontos de remate. Y que la culpa de la corrupción se borra cambiando de sede pero no de conducta. Pablo Casado es un político tan flojo que no convence ni a los inteligentes de su partido. Supongo que la broma del cambio de sede y sus patéticas declaraciones se la han soplado sus asesores para intentar ganar credibilidad. Un consejo señor Casado: vea usted series de televisión donde igual aprende algo del juego de la alta política y sus mentiras. Por ejemplo, 'The Crown' o 'Borgen'. Aprenderá.