Aragón, junto con Murcia, son las comunidades que mayor incremento han experimentado en 2003, de acuerdo con un informe de la Fundación de Cajas de Ahorros. Más allá de algunas consideraciones de carácter efímero o coyuntural, tal resultado es inconcebible sin la participación esforzada de toda la ciudadanía, en un entorno favorable.

Pero hablar de desarrollo implica, con frecuencia, incurrir en un alto coste cuyo precio pagarán las generaciones venideras.

Aragón y su futuro están hoy, como lo han estado siempre, ligados al agua, a su aprovechamiento, a la utilización responsable de un recurso limitado.

Zaragoza, surcada por tres ríos y un canal, cuyas vegas están cercadas por un páramo con sed eterna, parece a punto de conseguir la Expo 2008. Su lema, agua y desarrollo sostenible, es una idea feliz. Un ejemplo afortunado que enlaza la noción de progreso con la conservación del recurso más esencial, pues el agua es manantial de vida.

Hablar de desarrollo sostenible significa aplicar la inteligencia al servicio del planeta y no de su destrucción: Zaragoza tiene mucho que decir. Y todos, mucho que hacer.

*Escritora