Desahucio, desahucio, desahucio. ¡Cuántas veces hemos leído, escuchado y pronunciado este maldito término! Miles desde que comenzó la crisis hace siete años, porque miles son las familias españolas que lo han perdido todo. Pero esta semana esa crisis ha acuñado un nuevo término: desaudio. Y se preguntarán, ¿qué es un desaudio? Loli tiene la respuesta. Murciana, sin trabajo y apunto de perder su casa por un audífono. Sí, por un audífono, ¡por un sonotone! Su padre necesitaba uno y, dada la urgencia y la falta de dinero, optó por acudir a un prestamista. Se retrasó en los pagos, y ella tuvo que acudir al rescate. Puso su casa como aval antes de que los prestamistas, a los que ya han denunciado por estafa, les enredaran en una maraña de préstamos. Cinco veces han intentado desaudiarles, pero la presión vecinal ha podido con ellos. La sexta está al caer-

Y, justo cuando conozco esta historia, la ONG Intermón-Oxfam pone sobre la mesa un dato. Otro escalofriante dato. El que demuestra que la brecha entre ricos y pobres crece, y crece, y crece a un ritmo vertiginoso. Aquí no hay desaceleración. ¡Agárrense! Las 85 fortunas más importantes del mundo suman tanto dinero como 3.570 millones de pobres. En otras palabras: la mitad de la riqueza mundial está en manos de un 1%. Y eso sin contar el dinero que hay oculto en paraísos fiscales. Saquen la calculadora y hagan números. Un nivel de desigualdad "sin precedentes".

En casa tampoco hay recesión. La balanza de la desigualdad sigue decantándose en favor de unos pocos, de muy pocos. Los 20 españoles más ricos tienen tanto dinero como el total del 20% de la población más pobre. Desigualdad en mayúscula. Y aquí, como en los datos de paro juvenil o de fracaso escolar, no nos gana casi nadie. Sólo en Letonia hay más desigualdad entre ricos y pobres. Con estas cifras no sorprende la conclusión del informe: 8 de cada 10 españoles cree que las leyes están diseñadas para favorecer a los ricos.

¿Y ahora qué?, se preguntarán. ¿Qué se puede hacer para reducir esa brecha? Los expertos consultados en ese informe apuntan en una dirección: los salarios. La pérdida de poder adquisitivo está acabando con la clase media. Clase media a la que antes pertenecía Loli. Ahora, ya no. Ahora, ella y su marido viven un drama en un escenario en el que los que mandan parecen cada vez más sordos. Ahora, Loli tendrá el dudoso honor de haber acuñado un término más de la crisis: desaudio. Periodista