En el mes de julio, Pedro Sánchez era la viva imagen de la soledad, sin apoyos ni a izquierda, ni a derecha. Ya en el 2016, cuando el PSOE cayó a los 85 diputados se teorizó sobre la irremediable crisis de la socialdemocracia o la desaparición del partido a imagen de lo sucedido en Grecia.

Pero como la pena también va por barrios, el resultado de estas elecciones ha puesto en la diana de todos los análisis el futuro de la derecha ideológica de este país. El resultado por bloques izquierda-derecha no ha sido muy diferente del de abril, parecemos inamovibles en ese parámetro, pero la revolución en la derecha ha sido de largo alcance.

Cuando apareció Ciudadanos se alineó, después de unas dudas iniciales, sin fisuras con el Partido Popular. Ese espectro parecía de una generosidad inagotable para recibir nuevas formaciones, como Vox tras las andaluzas. La convivencia de las tres fuerzas en el mismo espacio que antes ocupaba solo el Partido Popular fue creciendo sin dificultad, y se esbozó la posibilidad de España Suma a imagen de Navarra, pero fracasó porque la expectativa competitiva entre las tres era muy alta.

Al final, resultó que todos no cabían. No había tanto voto de derecha a repartir entre tres, y uno ha sido expulsado sin contemplaciones. El centro de esta coalición, como se autodenominaban ellos, ha visto frenado su crecimiento, en un terreno perfectamente abonado tras los errores de la izquierda, por el crecimiento de Vox.

Y ahora le queda una difícil estrategia a Pablo Casado para situarse como jefe de la oposición real, alejándose del partido de ultraderecha que en el ámbito argumental les ha ganado. El Partido Popular vendía experiencia de gobierno, altura de Estado en la intervención mesurada y acordada en Cataluña, y los votantes de Vox han comprado el discurso de la ineficacia de su actuación en la aplicación del 155, y la experiencia la han transmutado solo en corrupción.

Otro tanto le ha ocurrido a Ciudadanos, con sus principios estrella de regeneración y anticorrupción, absorbidos ahora por el discurso ultra, resultandos creíbles en su electorado que los han percibido limpios de polvo y paja.

El discurso antipolítico de la extrema derecha ha dañado a sus socios que se han entendido como viejos y caducos ante los nuevos desafíos. Antiguo Ciudadanos que solo lleva cinco años de implantación nacional consolidada, pero así son ahora los tiempos, rápidos y cambiantes, mejor que nadie dé por enterrado al partido naranja.