Es muy duro, y muy peligroso, ser una de esas comunidades, provincias o comarcas donde el hundimiento demográfico, la falta de expectativas y la imposibilidad de situar sus intereses colectivos en el mundo globalizado no dejan sino dos opciones: la desertificación o el desastre, recibir aquello que nadie desea y recibirlo encima con alegría, porque aparentemente permitirá mantener algo de vida, una esperanza, empleo... no sé, cualquier cosa.

Para no herir suceptibilidades tierranoblenses, voy a poner un ejemplo próximo pero en cierta medida ajeno: el proyecto para instalar en Soria, en la comarca del Moncayo, precisamente en el pueblo de Novercas, la explotación lechera más grande de Europa: veinte mil vacas, 450 puestos de trabajo directos, gestión a cargo de la cooperativa navarra Valle de Odieta, inversión millonaria con participación de capitalistas extranjeros. El entramado institucional está, por supuesto, a favor, lo mismo que no pocas organizaciones sociales; otras, sin embargo, se oponen frontalmente, Por motivos obvios.

La macroexplotación ofrecerá necesariamente trabajos a tiempo parcial y mal pagados. Puede destrozar el sector lácteo de la provincia e incluso de todo el norte o noroeste de España, mandando al paro a mucha gente. Rompe la lógica vigente en Europa, donde la media no supera las 130 vacas por granja... y creará un monumental problema mediambiental, por mucho que ahora se apruebe su informe de impacto.

Cada día, mil toneladas de purines y estiercol (sólo lo que meen las vacas supondrá cientos de miles de litros), habrán de ser evacuados o depurados o cualquiera sabe. Los acuiferos van a verse contaminados sí o sí. Aunque, claro, todo esto son detalles menores para quienes entienden que, si no es con aterrizajes empresariales como este, la comarca del Moncayo y Soria entera están condenadas. Hay que tragarse lo que venga, lo que otros rechazan (ni Navarra ni el País Vasco han querido saber nada de las veinte mil vacas). Les suena, ¿verdad?