El pecado capital de nuestra democracia es que los grandes partidos no se han creído el Estado, les falta lealtad institucional. Lo dice Teresa Freixes en su libro 155, los días que estremecieron a Cataluña, un magnífico ensayo en el que la catedrática de Derecho Constitucional desmonta el procés y alerta sobre las consecuencias de la declaración de independencia, suspendida después de proclamada para reactivarla cuando proceda. Pedro Sánchez ha claudicado ante el martillo pilón independentista. Se veía venir, su vicepresidenta se ha hartado de decir que el 1-O fue contra Rajoy y no contra el Estado. Claro que Carmen Calvo se distingue por vender la misma historia muchas veces con distintas versiones, a cual más frívola. Pero el momento elegido, a una semana de que comience el juicio en el Supremo a los presos del procés, solo puede entenderse en términos de estrategia editorial: un escándalo ayuda a vender libros, y Sánchez puede hacer buena caja con el suyo donde, parece ser, ajusta cuentas con su propio partido. ¡Que ya es echarle huevos a tres meses de las elecciones! De lo contrario estaríamos ante una traición política de inimaginables consecuencias. ¿Cómo se come que Torra reclame al presidente del Gobierno que garantice la separación de poderes al tiempo que le exige que presione a la Fiscalía para que retire la acusación contra los presos? Y que frene el deterioro de la imagen de España en el extranjero después de la millonada que han gastado los indepes en dejarla hecha unos zorros. Resulta asfixiante tanta miseria moral.

*Periodista