Hoy empieza a desmantelarse la central térmica de Andorra, en Teruel. Durante las próximas semanas irán desapareciendo del paisaje elementos que costará perder de vista como la chimenea y las torres de refrigeración. Ya se apagaron hace unos meses. En breve se esfumarán definitivamente. Adiós a 40 años de ilusión, trabajo y confianza en el futuro.

Son tiempos de cerrar capítulos. De reinventar. De refundar. Cuando una compañía echa la persiana ha sopesado la decisión. Normalmente no resulta tarea fácil. Dejar atrás una vida o etapa laboral asociada a una actividad, un local y un NIF no agrada a nadie.

Son tiempos de devastación. El virus ha asolado lo sanitario, está lapidando lo económico y destruirá lo social. Sufrimos una triple crisis a la que no deberíamos sumar una cuarta. La de valores.

Son tiempos de desafío. Momentos complicados para mantenerse férreo, con los pies en el suelo, tocando tierra permanentemente. Cualquier despiste puede tornarse letal. Miren lo ocurrido en el Capitolio estadounidense hace algo más de un mes. Populismo + debilidad + incertidumbre = lío monumental. En Washington. Golpe seco al corazón de los norteamericanos.

Son tiempos de derrumbarse. De ver intercambiar papeles. Los que más fuertes han demostrado ser durante años pueden venirse abajo. Sucede en todas las casas. Echarse a llorar sin más, sin otra razón que desconocer. ¿Hay algo más desazonador que la inseguridad, ignorar qué será de nosotros hagamos lo que hagamos? Vivimos al albur de un virus y de las decisiones que arrastra. Para unos, injustas todas ante semejante injusticia. Para otros, necesarias todas ante tal necesidad.

Son tiempos de empatía. Nadie sabe qué hacer en todo momento. Menos aún en esta coyuntura. Todos tenemos una opinión hoy y otra mañana. Como dijo Groucho Marx: "Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". El razonamiento actual respondería a motivos distintos. No se basaría en la personalidad “distraída” del individuo en cuestión sino en la variabilidad del momento. Si la pronunciara ahora iría, seguramente, en otro sentido: “estos son mis principios; espere que conozca los datos de mañana y tendré otros”.

Son tiempos de unidad, de altruismo, de resiliencia. Boris Cyrulnik, un referente mundial en este último concepto, asegura que ser resiliente significa iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma. Neurólogo y psiquiatra, a los seis años sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y al nazismo, no así gran parte de su familia. Explica que el dolor es inevitable y el sufrimiento, opcional. Hagámosle caso. Intentémoslo. Aunque solo sea por una cuestión de pura y egoísta supervivencia.