Mario Vargas Llosa, tras recibir la investidura como doctor honoris causa en la Universidad Carlos III, manifestó que "estos reconocimientos ayudan cuando uno cae en el desánimo y siente que todo lo que ha escrito no vale nada y se lo va a llevar el viento".

El célebre escritor, a través de su discurso de réplica, se refirió a su identificación con la universidad como factor promotor y estimulador de la vida intelectual; el maestro de la palabra aludió también a su temprana vocación periodística y a la influencia sobre su futura obra literaria de las vivencias aportadas por el trabajo en la sección de local de un rotativo peruano, experiencia que el autor aprendió a trasladarnos, fusionando realidad y ficción con una fuerza inigualable. Hoy en día, Vargas Llosa continúa escribiendo reportajes y ejerciendo como comentarista de la actualidad para plasmar los recovecos de una sociedad plagada de contradicciones y desencuentros. Y sigue registrando periodos de desmoralización y apatía, desaliento que comparte con muchos escritores ante la falta de respuesta, desinterés y carencia de ayudas por parte de una Administración, al parecer escasamente preocupada por el bajo nivel de comprensión lectora que se revela en el alumnado español, turbadora dejación ante el amplio catálogo de subvenciones y servicios hacia otros sectores, como el cinematográfico, cuyos productos, además, tienden a ignorar con harta frecuencia aquellos valores que deberían presidir el desarrollo de una sociedad sana. Al desmotivado creador tan solo le queda la satisfacción del deber cumplido y el reconocimiento de un público agradecido a la ingrata labor de autores demasiado acostumbrados a nadar en contra de la corriente. Escritora