Tras unos días de alerta máxima en todo el territorio, a causa del paso de la borrasca Gloria, llega el momento de los análisis y la reflexión. Y también del balance de daños causados por este inusual y furioso temporal que ha azotado fuertemente la provincia de Teruel, así como en la costa mediterránea y buena parte de las cuencas de algunos ríos. Antes que nada hay que lamentar la muerte de al menos 13 personas --ninguna en la comunidad-- y, seguidamente, las afectaciones en muchos casos dramáticas en diversos puntos. En Aragón la lista es larga y pone los pelos de punta: 3.767 kilómetros de carreteras afectados, 143 municipios (solo en la provincia de Teruel, 109 pueblos de los 236 existentes, un 46%) y 5.403 llamadas atendidas en los servivios del 112 de la comunidad. Esto da idea de la dimensión de esta borrasca, que más parece un ciclón. A todos estos estragos, con una factura que hay que calcular y que el Gobierno aragonés probablemente hasta el martes no podrá cifrar, hay que sumar, las circunstancias personales de los afectados: desde la confinación o la anulación de la actividad escolar hasta pérdidas económicas de gran calibre: de viviendas a negocios o explotaciones agrícolas.

La prioridad estriba ahora en recuperar cuanto antes la normalidad en el transporte, la circulación y las infraestructuras y en actuar de manera decidida para paliar los perjuicios entre los afectados, a través de la declaración de zona catastrófica y de las ayudas que puedan revitalizar el pulso social y productivo. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que hoy visita Cantavieja, en el Maestrazgo turolense, afectado por Gloria, debería adelantar ya algunas de las medidas que el Consejo de Ministros del próximo martes tendría que tomar para tranquilizar a todos los vecinos de las comarcas afectadas.

Pero a estas alturas ya puede hacerse no solamente un balance de la situación sino que también debe llevarse a cabo una revisión de cómo nos enfrentamos a la emergencia climática, a las condiciones metereológicas extremas que serán cada día menos excepcionales. Una reflexión que debe hacernos replantear la concepción misma del territorio y de la gestión que se lleva a cabo en él. Conviene destacar, en principio, la acertada labor de protección civil en este dramático episodio de emergencia general, con múltiples frentes a cubrir. Más de 800 personas de distintos cuerpos y administraciones han trabajado en Aragón estos días, coordinador por la consejera Mayte Pérez, para dar respuesta a las afecciones generadas por la tormenta. Es evidente la complejidad que ha existido para dar respuesta inmediata y se entienden las quejas de muchos alcaldes que quieren neutralizar cuanto antes las afecciones. Pero para la dimensión de los hechos, la respuesta ha sido muy buena, aunque haya abonados de Endesa y Telefónica que aún tengan problemas de suministros.

Recuperación y reestructuración, acciones inmediatas y previsiones a medio y largo plazo, con criterios que primen el respeto ambiental, minimizando al máximo el riesgo y escuchando a la naturaleza, es lo que se precisa de ahora en adelante en todo el territorio español.