Los mayores de 50 posiblemente recuerdan una ñoña historia llevada al cine por Antonio Mercero con el título de La guerra de papá, pero inspirada en una novela del gran Miguel Delibes: El príncipe destronado. Explicaba las peripecias de Quico, un niño de 4 años desolado tras el nacimiento de su hermana. Su sentimiento de arrinconamiento le llevaba a una espiral de travesuras de la que solo le libraba el cariño de la criada ocupando el lugar de la madre semiausente. Quico superaba el trauma y quedaba vacunado contra el narcisismo, aprendiendo que en la vida no siempre se puede ser el centro del mundo. Los líderes de nuestra izquierda no se han curado del narcisismo y han dejado al país inmerso en una gran frustración. Desde la ruptura del bipartidismo en el 2016, la política española vive una regresión infantil que mina su crdibilidad.

Los menores de 50 pueden intentar entender lo ocurrido recordando una de las películas más taquilleras de su infancia: Shrek. Las peripecias del ogro y Lord Farquaad recuerdan, y mucho, la peculiar relación que mantienen Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. Siempre distantes, siempre hostiles, excepto en el breve paréntesis de la última campaña electoral. El ogro Shrek estaba convencido de que no sería nadie el día que dejara de dar miedo, mientras que el presuntuoso Lord Farquaad estaba persuadido de que no necesitaba cortejar a la princesa porque nunca se rendiría a los pies de la bestia de los pantanos. Y así las cosas, millones de ciudadanos empiezan las vacaciones. Si de verdad les importa lo que piensan, los protagonistas de esta historia deberían quedarse sin ellas y buscar la manera de salir del atolladero. H Periodista