Valencia sale mucho últimamente en los papeles, pero gracias a una cadena de noticias que no contribuye precisamente a su engrandecimiento.

Personajes como el Bigotes, como Fabra, como la señora Casteda no han aportado otros beneficios que los que personalmente se hayan cobrado por los servicios prestados. Una Comunidad, en suma, azotada por una corrupción muy vinculada, en el territorio levantino, al Partido Popular y a sus vericuetos financieros.

A estos personajes reales, dolorosamente reales, que han degradado las instituciones, hay que añadir uno imaginario, gozosamente de ficción: Mejías, el detective creado por Santiago Álvarez para investigar complejos casos en los altos y bajos fondos de esta Valencia de nuestras corruptas entretelas, españolaza, vanguardista, luminosa y oscura a la vez.

Alvarez, un escritor joven, con mucha mano y abundantes recursos, construye en Mejías un homenaje al detective clásico. Su originalidad reside en su talento, en ese olfato, inteligencia deductiva o sexto sentido que debe tener todo investigador que se precie de serlo, pero en lo demás, en lo aparente, en su forma de vestir, de comportarse, de fumar y beber, de caminar y relacionarse recuerda a los héroes clásicos.

Obsesionado con las historias de San Spade o Phillip Marlowe, y con las caracterizaciones de Humphrey Bogart, Mejías gasta gabardina y sombrero, cultiva con amor, con veneración, los iconos del cine negro, sueña con Verónica Lake y cita a Chandler de memoria. El propio despacho de Mejías es en sí mismo como un decorado de las películas de los años cincuenta, y allí recibe, allí maquina y prepara con Berta, su ayudante, los pasos de una nueva investigación.

En El jardín de cartón (Almuzara), la novela, el nuevo caso de Mejías que Santiago Alvarez presentará esta tarde en FNAC-Zaragoza hay una ayudante, Berta, una joven periodista que secunda al detective formando con él una pareja atractiva, singular y, lo que es más importante, eficaz a la hora de resolver enigmas.

En sus páginas afloran las Fallas, los millonarios, los políticos con maletines sospechosos, una realidad confusa y variada, apasionante, que el autor novela con tanto arte como compromiso con ese perfil de denuncia de la novela negra. Tan negra como la Valencia de Mejías.