Todo el discurso político del gobierno del PP se basa en la prioridad absoluta de reducir la deuda pública. Ya veremos más adelante que es totalmente falso. Y si tienen que tomar medidas políticas brutales y despiadadas, no pasa nada. Todo por la deuda. Si dejan sin atención a personas dependientes, no pasa nada. Todo por la deuda. Si despiden a miles de médicos, incrementando las listas de espera, no pasa nada. Todo por la deuda. Si eliminan miles de profesores aumentando la ratio es las aulas, no pasa nada. Todo por la deuda. Si rebajan las pensiones a los jubilados, no pasa nada. Todo por la deuda. Si quitan becas, ayudas a la investigación o la cultura, no pasa nada. Todo por la deuda. Deuda que, si los dirigentes populares se ven acosados para justificar los recortes, aducen que la han creado los socialistas, aunque esto suponga contradecir al paradigma de la verdad, Mariano Rajoy, en su discurso de investidura '"En la política no existe la herencia a beneficio de inventario; sabíamos y sabemos lo que nos espera". Y quien critica estas medidas, algo totalmente democrático, es vilipendiado por falta de patriotismo con "O te callas o reconoces el mérito de la gente". Y el que pide una auditoría de la deuda, es acusado de antisistema. ¡Viva la transparencia!

Para apuntalar esta visión de la deuda, se ha extendido como un mantra en plena connivencia de la mayoría de los economistas ortodoxos --precisamente los que no predijeron la crisis-- con la clase política dirigente, de que la economía de un Estado es como la de una familia. Los mensajes de la derecha pocos y sencillos. Por ello, un Estado no puede gastar más que lo que ingresa, igual que una familia. Es una metáfora perversa. No es lo mismo. Un padre de familia no puede crear nuevos impuestos o incrementar otros como puede hacerlo un Estado para saldar sus deudas. Un padre de familia no tiene como el Estado una máquina de fabricar dinero fiduciario y obligar a aceptarlo como forma de pago a los acreedores. Un Estado puede endeudarse lo que crea conveniente, siempre que tenga soberanía monetaria, fabricando el dinero que considere oportuno para saldar sus deudas. Son los casos de los Estados Unidos, Japón o Inglaterra, que con niveles de deuda pública muy superiores a la nuestra, no están a merced de los mercados. Todo lo contrario a lo que ocurre a algunos Estados de la UE, que al haber perdido la soberanía monetaria, y no haber una autoridad fiscal común, son chantajeados por los mercados. Y bien que lo sabemos y padecemos en propia carne los españoles.

Reduciendo la deuda, nos dicen que llegará el crecimiento económico, al aflorar más capital para la empresa privada que es la que en definitiva crea empleo. Realmente, para ser dirigente del PP, visto el calado de tal discurso, no hace falta haber cursado la carrera de ciencias políticas en la Universidad de Harvard, aunque tampoco es necesario ir tan lejos, ya que tienen el depósito de ideas de FAES. Este discurso cabe en una media hoja de papel. En un cuarto de hora se lo aprende un alumno de 2° de la ESO de un IES.

Cada vez estoy más convencido de que a los gobiernos del PP la deuda no les preocupa en absoluto. Maurizio Lazzarato nos explica en su impresionante libro La fábrica del hombre endeudado que la deuda actúa como mecanismo de "captura", "depredación" y "extracción" con respecto a la sociedad en su conjunto, como un instrumento de mandato y gestión macroeconómicos y como mecanismo de redistribución de la renta. La deuda implica además un determinado tipo de relación con el poder, ya que al hombre endeudado se le obliga a interiorizar la culpa de haberla contraído, y el asumir la promesa de satisfacerla, de lo contrario será castigado duramente. El neoliberalismo, desde su aparición, ha descansado sobre la lógica de la deuda y ahora más todavía. Los grupos de poder vinculados a la economía de la deuda se han servido de la reciente crisis financiera como la ocasión perfecta para extender y profundizar en la política neoliberal. Amenazando con una visión apocalíptica del impago de la deuda soberana, los grupos de poder perseveran y profundizan en un programa con el que llevan soñando desde los años setenta del siglo XX: reducir salarios y pensiones al mínimo imprescindible, eliminar derechos socio-laborales y recortar el Estado de bienestar.

En España con tantos y tan brutales recortes la deuda pública no sólo no se achica es que se incrementa cada vez más. Alcanza los 961.555 millones de euros al cierre de 2013, el 94% del PIB, el nivel más alto de los últimos 100 años. En los dos últimos años, se ha disparado en 230.000 millones, unos 24 puntos del PIB. En Aragón, durante el Ejecutivo de Rudi el endeudamiento ha crecido más de un 50%, pasando de 3.388 millones en el tercer trimestre del 2011 a 5.306 en el mismo periodo del 2013, según datos del Banco de España. Así pueden justificar más y más recortes. Según el consejero de Hacienda José Luis Saz "la deuda, en sí misma, no es mala". Hasta hace poco era mala. No pasa nada. La derecha acostumbra a transitar caminos rebosantes de cinismo. Es de agradecer semejante gesto de sinceridad. Es buenísima para unos pocos, tal como hemos argumentado.

Profesor de instituto