Un vez que el objetivo último está fijado, sacar a la gente a la calle sí o sí, lo de menos es el motivo. Un burda excusa es suficiente. Se viste de argumento, se maquilla con soflamas, se envuelve en la bandera y se deja rodar hacia la plaza de Colón mientras suena Y viva España en boca de Manolo Escobar. Lo demás viene hecho. Para convocar la manifestación de hoy, la derecha eligió como espoleta la ocurrencia del relator como podría haber elegido el funcionamiento del VAR. Qué más da. La idea de una mediación ante problemas fuertemente enquistados no es nueva ni escandalosa, pero por lo visto sí lo es en virtud de dónde parta. Es un hecho que durante la era Rajoy hubo conversaciones discretas y también abiertas, como demuestra que la propia Soraya instaló un despacho en Barcelona a tal efecto. Aunque de eso pocos se acuerdan.

Pero hay mucho más mar de fondo. La prisa por movilizar a la masa ante una supuesta «traición» (Casado) que acarrea una «hecatombe» (Rivera) cuando todavía no ha ocurrido nada de nada llega de la mano del inicio del juicio del procés, que arranca el martes en el Supremo. Tanto Ciudadanos, que tiene en la cuestión catalana su razón de ser, como el PP, que desde Aznar ha sabido rentabilizar en votos en el resto de España su animadversión incluso al Estatuto de Cataluña que fue reglamentariamente aprobado en el Congreso en 2006, ven una oportunidad única para azuzar al pueblo. Ambos saben bien la escasa empatía (por no decir nula), que genera la matraca catalana en el resto del país (¿recuerdan el A por ellos, oé?). Obviamente, también se trata de tapar las últimas informaciones de financiación ilegal que le afectan con sociedades de nombres tan reveladores como «Paquí Pallá SL».

Por otra parte, el éxito que para este bloque, porque cabe hablar de bloque, ha supuesto su pacto en Andalucía les empuja a tratar, cuanto antes, de extenderlo en España, ahora que las aritméticas de los sondeos les son favorables y las izquierdas andan noqueadas dando vueltas en círculos (bueno, en círculos precisamente no). Y aunque esté escrito que la derecha siempre vota y la izquierda se abstiene, las encuestas son altamente inestables y provocan un frenético nerviosismo que hace que el lenguaje sea excesivo, inflamable, injustificado y, obviamente, peligroso. El enemigo es Sánchez y han tocado a rebato. Hoy es el primer día de una etapa que sabemos cómo empieza. A ver cómo termina. H *PeriodistaSFlb