Pasaron las fiestas del Pilar y según todos los parámetros han sido un éxito: mucha gente en la calle, buen tiempo, apenas incidentes y conciertos llenos. Pero un buen amigo no está tan de acuerdo. El día 12 se levantó temprano para participar en la Ofrenda de Flores y como no estaba adscrito a ningún grupo tuvo que esperar varias horas su turno; después fue a tomar una cerveza a una conocida terraza y le cobraron cuatro euros. "Estamos en fiestas" le dijo el camarero ante la cara de pánico de mi amigo al contemplar la cuenta. Comió donde pudo y como pudo a precios de infarto y se fue a los toros. Había pagado setenta euros por la entrada y a cambio le dieron una becerrada impropia de una plaza de primera; se irritó un poco cuando vio a varios políticos, antaño antitaurinos, disfrutar gratis total acompañados de familiares y correligionarios desde las mejores localidades. Acabada la becerrada y con la idea de que había sido estafado rondándole la cabeza, cenó de tapas, doce euros por dos cañas y cuatro minimontaditos. Quiso acabar el día en el Paseo de la Independencia, donde estaba anunciada la actuación de Bunbury. El músico salió, tocó la mitad de lo contratado, sólo mientras grababa TVE, y se retiró a los camerinos aduciendo que el público no lo entendía. Mi amigo se preguntaba si el ayuntamiento le abonaría lo estipulado en contrato pese a no haber cumplido con su trabajo. Cuando llegó a casa, oyó en la radio que un millón de personas había disfrutado de la fiesta zaragozana. Mi amigo es un tipo raro.

*Profesor de Universidad y escritor