No sabemos las consecuencias que tanto en el aspecto personal como en el social y económico va a tener esta crisis. Si que creo que es oportuno, a día de hoy, tomar algunas notas de lo ocurrido hasta ahora.

La primera cuestión que observamos es la reaparición del Estado como fuerza imprescindible y necesaria parta afrontar este problema vital que afecta a la totalidad de la comunidad. No hay colectivos que se salven de la amenaza, que puedan usar sus exclusivas escapatorias. El Estado aparece con toda su fuerza, largo tiempo olvidada, ignorada cuando no despreciada, por amplios sectores políticos y ciudadanos. El Estado no solo es el presupuesto. Son las leyes, las instituciones, el monopolio de la fuerza. A partir de este momento, la gente ha mirado al Estado, se ha puesto en sus manos, mayoritariamente, y se ha olvidado de las numerosos asuntos que nos entretenían, ocupaban o enfadaban, en esos tiempos antes de la pandemia. La gente ha buscado a quien pudiera solucionar este grave problema que, en su dimensión mundial, no tiene precedentes cercanos.

Pero al mismo tiempo que se recupera el papel y la necesidad del Estado, se plantea el problema de la cooperación y coordinación en ámbitos supraestatales. La pandemia no tiene fronteras y sus consecuencias trascienden las capacidades de los estados. Corea quizá será la excepción. En el caso español, ya no solo por necesidad sino también por la propia estructura institucional, pertenecemos a un club con mucho poder y bastantes competencias. Ha sido correcta y sensata, la apelación del gobierno español, y de otros países europeos, a la UE para afrontar esta crisis de forma conjunta, tanto en su dimensión sanitaria como en la financiera. La respuesta inicial de la UE vuelve a ser decepcionante. No aprendieron de las políticas de austeridad de los primeros años de la crisis, enmendadas posteriormente por el BCE, lo que supone una censura implícita a lo que la UE hizo antes. Habría que recordar, que los contribuyentes españoles hemos asumido las cargas de los bancos y cajas españolas que recibieron préstamos temerarios de inversores de esos países acreedores, que cebaron la burbuja, y practicaron el riesgo moral, que se dice en economía, de que no perderían sus préstamos. Así ocurrió, se fueron de rositas culpándonos a nosotros de despilfarradores. Crimen perfecto, lo califiqué entonces. No se practicó eso de es el mercado, amigo. No obstante, algún pequeño motivo, pequeño dada la gravedad del problema, damos para sus reticencias en no mutualizar la deuda o, en no apoyar los coronabonos. Si en épocas expansivas, España e Italia, y otros, no hemos sido capaces de reducir nuestra deuda, ¿Qué fiabilidad tenemos?

Una segunda cuestión que nos enseña esta crisis es la posible deficiencia en la gestión. El debate a nivel de medios se centraba en los confinamientos voluntarios o forzados, en la eficacia de una dictadura como China a los países democráticos con sus valores. Sin entrar ahí, aquí el problema es otro: 17 comunidades autónomas con la sanidad transferida y un Ministerio de Sanidad sin apenas personal ni competencias. Aunque se ha exhibido y proclamado mucha coordinación, yo tengo mis muchas dudas de si no hubiera sido una gestión más eficiente un sistema centralizado. Siempre he tenido dudas acerca de si determinados bienes públicos como la salud deberían proveerse centralizadamente en aras de la equidad, tratar igual a los que son iguales. En esta ocasión, mis dudas se acrecientan sobre si una gestión centralizada no sería más eficiente.

Una tercera lección de la pandemia es para todos aquellos críticos de lo público y de la necesidad de impuestos para tener servicios públicos. Esta ideología ultraliberal va a tener muy difícil cuestionar el Estado del bienestar y defender lo privado sobre lo público a partir de ahora. Si de la II Guerra Mundial se derivó la creación del Estado del bienestar y la participación activa del Estado en la economía, creo que en los próximos tiempos veremos alguna redefinición del papel del estado que suprimirá esa idea ultraliberal de jibarización del Estado.

Dónde quedarán esas proclamas de que el Estado es el problema y los mercados son la solución. Ha resultado patético que Esperanza Aguirre tuviera que ser tratada en un hospital público de Madrid, ella que exhibió su chulería contra los sanitarios en diversas protestas.

Finalmente, circulan por los medios y redes sociales abundantes mensajes de crítica a la gestión del Gobierno. El origen ultraderechista o derechista a secas es palpable en ellas. La crítica es necesaria siempre pero esta crisis no tiene precedentes y que se hagan cosas mal es totalmente normal. Sin embargo la intencionalidad está clara: que todos ganemos la crisis pero que el Gobierno pierda las elecciones que vengan: cuidado con los salvapatrias. Muchas cosas para la reflexión, a día de hoy. Mañana ya hablaremos. Paciencia y mucho ánimo.

*Universidad de Zaragoza