A lo largo del pasado siglo, prensa y radio fueron durante décadas las principales fuentes de información y comunicación social. No solo compatibles, también complementarias. Pero llegó la televisión y el panorama cambió; la radio, sobre todo, sufrió una dura competencia. Sin embargo, la fuerza de la imagen, esa que dicen vale por mil palabras, fue diluyéndose paulatinamente en la caja tonta, víctima del morbo y de las emisiones basura. Por el contrario, aquella entrañable programación radiofónica de los años 50 y 60 ha evolucionado provechosamente; Matilde, Perico y Periquín y el Zorro ya no colonizan las ondas, relevados por voces que llegaron a alcanzar gran reconocimiento, como la de Luis del Olmo, y, sobre todo, por unos planteamientos más acordes con la realidad actual, plena de efervescencia. Hoy, tertulias y análisis alcanzan una profundidad en la radio que contrasta sobremanera con las cotidianas jaulas de grillos y el debate espectáculo tan habituales en otros medios. Aquellos antaño formidables, devinieron en protagonistas y la radio conquistó una saludable madurez.

Por lo demás, la radio no absorbe por completo nuestra atención; así, los escuchantes pueden conjugar la audición con otras tareas, enorme ventaja, especialmente válida en el caso de la música. Es esta una buena ocasión para celebrar la excelencia de La Clásica, de RNE. Más cercanas, las antenas de Aragón Radio nos brindan una completa parrilla que recoge todas los facetas, tan diversas, de la vida en nuestra comunidad. Brindo, desde aquí, por la labor desarrollada por Ana Segura y su dedicación a la divulgación y promoción de la vida cultural de nuestra tierra; tanto más por cuanto su excelente sintonía con los escritores aragoneses ha forjado una ya muy fértil colaboración. H *Escritora