La buena música busca la pena
que nos devora (Stendhal):
para devorarla (AOO).
Hay un diablo en la música
que la devuelve a tierra de su gloria
celeste
aterrizaje forzoso de la armonía
en la disarmonía
tritono o intervalo estridente del diablo
entrometido.
El diablo en la música es una escala
que no escala arriba sino abajo
un acorde discorde o discordante
de la beatería boba
bobalicona
en nombre de la crítica y la antinomia
del inframundo infausto.
Sin el diablo la música sería pía
consonancia divina y trascendente
celestial y manida
con el diablo la música incorpora
el cuerpo y sus flujos o fluidos
verdinegros
al blanco impoluto de espíritu
en vela.
Hay un diablo en la música en la vida
en todo el universo diverso disperso
y perverso
hay un diablo en todo lo que existe
y resiste
porque el diablo ofrece resistencia
al viejo Dios fascista e inmutable
desde sus propios márgenes.
Hay un diablo en todo y en todos
incluido yo mismo
un duende daimon o demon diablesco
no necesariamente demonio diabólico
luciferino y satánico
un demonio socrático y un diablillo
interno
que tensiona mi alma como arpa
de Harpo.
Sin el diablo dios sería un dios
ocioso
la vida un aburrido jardín del Edén
y el hombre un animal vegetal que vegeta
en la nada
porque el diablo es quien tensa la existencia
combando su consistencia
en disidencia.
El diablo es Dioniso que tienta al sobrio
Apolo
Mefistófeles tentando a un Fausto
abotargado
el pesimismo lúcido y lúdico frente
al optimismo beatífico y tonto
el estupor que nos saca de nuestro
sopor
y el dolor de una vida que la muerte
amortigua.
Es tal diábolo el que lleva a dios hasta
encarnarse
y a la verdad a aterrizar en tierra
porque hay un diábolo en todo lo que
aún vibra
un acorde disonante que deniega el acuerdo
consonante angélico e ingenuo
melopeico y necio.
Sin el diábolo el ser sería un armazón
compacto
sin el diábolo yo no tendría el aguijón
del demon
sin el diablo tú no tendrías el amor que
te tengo.
Se trata por lo tanto de un diablo más bien
diablesco
el cual es un ángel caído en la desgracia
de un dios celoso hasta la muerte
y la melancolía.