Las familias aragonesas han aumentado su gasto sanitario un 34% en dos años. Y en plena crisis. Naturalmente, ese aumento de los seguros médicos privados no tiene nada que ver con los recortes de fondos públicos que ejecutan desde el Pignatelli, ni con las listas de espera consecuencia de los mismos. Y mucho menos con la desgravación fiscal para quien se apunte a la iguala. Cuando se toman las primeras medidas en contra de lo público, los gestores infiltrados aducen que la culpa la tiene el déficit, que el gasto es insoportable, que nos vamos a la ruina. Si a los dos años los titulares confirman su hoja de ruta oculta el debate ya está superado y las protestas de las mareas, amortizadas. Pueden, incluso, darle la vuelta y convencernos de que los aragoneses demuestran con su vocación por la sanidad privada que no hay que invertir tanto en el Salud. El PP, siempre tan pegado al sonido de la calle, tomará nota de esa sutil demanda y cerrará la parte proporcional de plantas que correspondería a los que ya considera cubiertos con la póliza mensual. La presión asistencial aumentará y ello llevará a los pacientes que se resistían a convertirse en clientes y así hasta que las aseguradoras manden un fax y digan que ya vale, que el nicho de negocio está agotado y los potenciales que quedan están muy tocados y sin visa que los respalde. Será el momento de repintar el Cascajo, vender el Servet y el Clínico que están de buen ver y reducir la consejería a una jefatura de sección. Y el déficit, clavado.

Periodista