Buenos días, ¿puede decirme qué hora es?

—Gracias, no fumo.

—¿Dónde va?

—Manzanas traigo.

Este diálogo, parte del cual es un dicho muy español, bien podría corresponder a lo que popularmente se conoce como un diálogo de besugos; es decir, responder a una pregunta determinada con una frase que nada tiene que ver con lo que se demanda.

La política española se ha convertido en los últimos meses en un diálogo propio de este noble pescado teleósteo marino y acantopterigio, gloria de la gastronomía patria (en Aragón hasta lo preparan con longaniza, oigan), al que la Academia de la Lengua, recogiendo la sabiduría popular, también identifica con una persona torpe y lerda, es decir, de una inteligencia menguada.

Así llevamos varios meses, con besugos, en este caso sin longaniza, dialogando «de Pascuas a Ramos», o «de higos a brevas», es decir, de manera esporádica y en contadas ocasiones, sin concretar nada, sin ponerse de acuerdo en nada y acusando al interlocutor o interlocutora (que la mayoría de las que hablan por el PSOE y Podemos son mujeres) de «y tú, más».

Medio año después de la convocatoria electoral, andamos sin gobierno efectivo, con los políticos atribulados, la gente anonadada y la economía en manifiesta situación de alarma.

Claro que para consuelo de tontos, el mal de muchos. Así, en la otrora seria y flemática sociedad británica andan a la greña con la suspensión de la actividad parlamentaria, el fiasco del Brexit, las mentiras que siguen contando los partidarios de la salida del Reino Unido de la Unión Europea y las ocurrencias de Boris Johnson, ese primer ministro de su graciosa majestad que parece recién salido de una convención de vikingos borrachos, cuando en realidad está en una sesión plenaria del Parlamento de Westminster, donde su curioso speaker (presidente), el conservador John Bercow, se ha hecho famoso por su histriónica manera de llamar al orden a sus señorías: «¡Ordeeeeer, ordeeeeer!», grita el tal Bercow cada dos por tres para que los diputados británicos dejen de comportarse como adolescentes maleducados en vez de como representantes del pueblo soberano.

No sé si será a causa del efecto en los cerebros del cambio climático, con la Península Ibérica y la Gran Bretaña batiendo registros de altas temperaturas, o por la Era de Acuario, que según los hippies ya está aquí aunque en realidad no entrará hasta el siglo XXVI, pero es evidente que en la política europea los besugos proliferan que es una barbaridad.

*Escritor e historiador