El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha abierto las puertas de la Moncloa al lendakari Juan José Ibarretxe. A este gesto de reconstrucción del diálogo con el PNV le seguirán pronto otros, pero difícilmente habrá resultados efectivos antes de las elecciones de Euskadi del 2005. Zapatero no ha reclamado abiertamente la retirada del plan Ibarretxe, aunque haya razones para ello. Este proyecto surgió en plena ofensiva de acoso al nacionalismo desencadenada por Aznar. Hoy, en cambio, se abre la posibilidad de reformas estatutarias y constitucionales. Además, la iniciativa del lendakari, como él mismo reconoce, no ha concitado un consenso suficiente. Difícilmente lo hará cuando lo que plantea es una reforma unilateral de la estructura del Estado y una soberanía diferenciada para el País Vasco.

Ibarretxe parece consciente de la nueva situación y del callejón sin salida en que está su plan. Su reconducción es posible: buena parte de los españoles y de la sociedad vasca coinciden con su afirmación de que "es posible hacer un Estado español en común si las naciones y las regiones así lo decidimos". Sólo hace falta reconocer que este compromiso ya se produjo con la Constitución y los estatutos.