La tensión que Rusia impone a Ucrania --y de rebote, a toda Europa-- no se relaja, pero ha obligado al primer ministro interino, Arseni Yatseniuk, a viajar a Donetsk, donde los rebeldes prorrusos ocupan el Gobierno regional, al filo de expirar el plazo para el desalojo de las instalaciones asaltadas en esta y otras ciudades orientales. Kiev ha mantenido una posición de gran contención ante las ocupaciones registradas, sabedora de que una actitud de fuerza solo desencadenaría lo que los rebeldes parecen buscar, un enfrentamiento armado que obligue a Moscú a intervenir en su defensa y pasar a formar parte, como ocurrió con Crimea, de la Federación Rusa. Yatseniuk lleva en la cartera una serie de propuestas para mejorar el autogobierno de la región oriental. Kiev teme que Vladimir Putin acabe imponiendo una federalización laxa de Ucrania, pero las propuestas pueden llegar demasiado tarde. Las seguridades dadas por el primer ministro sobre el mantenimiento de la cooficialidad del ruso no darán satisfacción a quienes ni siquiera se definen como rusos sino como soviéticos.