He leído de una sentada Diálogos de Salamina , ese intenso, didáctico y revelador paseo por el cine y la literatura que nos propone el crítico y escritor Luis Alegre.

Se trata de un libro insólito, conceptualmente novedoso, cuyo objetivo último, creo, estriba en desentrañar, explicar con nitidez y precisión los procesos creativos en el arte de escribir y en el arte de filmar. El vehículo para esta auténtica investigación de la psicología demiúrgica de los autores, de sus angustias y retos, técnicas y recursos, ha sido una conversación sin desperdicio, a dos bandas, entre dos primeros espadas del panorama narrativo español: Javier Cercas y David Trueba.

Como fondo de la chispeante plática, a medio camino entre la complicidad y el rigor, y siempre amena, subyace en todo momento la adaptación cinematográfica de Soldados de Salamina , novela que ha despertado un amplio interés y batido récords de ventas.

Trueba explica las razones que le movieron a atacar la difícil adaptación de este texto cuajado de interpretaciones y ecos. Que son múltiples, pero que podrían resumirse en una sola emoción: al terminar el libro, sus ojos estaban arrasados de lágrimas. Ese intenso sentimiento que la novela aporta al desenlace de las peripecias de Sánchez Mazas durante la guerra civil (su frustrado fusilamiento y su huida por los bosques de Gerona, donde un miliciano le perdonó la vida), pero también a la lucha sin cuartel del escritor por poner en pie una historia que resbala entre sus dedos, alcanza en el libro, y asimismo en la película, una dimensión épica.

La angustia creativa, el heroísmo anónimo (Cercas cita el poema borgiano Los justos ), la pérdida del padre (Telémaco buscando a Ulises ) y el trasunto de la guerra civil conforman un abanico poliédrico de difícil traslación en imágenes, pero Trueba resuelve todos los obstáculos con el mismo tesón con que Cercas reescribió una y otra vez la novela, hasta depurar sus esencias.

En Diálogos de Salamina , ambos, Cercas y el director, confiesan sin reparos, con una encomiable sinceridad, sus referencias y juegos con la realidad y la verdad histórica. El novelista refiere cómo fue Sánchez Ferlosio quien por primera vez le habló del episodio de su padre en el santuario-cárcel del Collel, y su posterior liberación por los "amigos del bosque". Cómo, después, manipuló elementos reales, comenzando por su propia biografía ("El oficio del novelista consiste en mentir, para, a través de la mentira, llegar a una verdad superior"). No es otra la Poética de Aristóteles.

Con lucidez, Trueba asegura que entendió el texto y lo orientó cinematográficamente cuando, después de varias lecturas, de documentarse exhaustivamente sobre los falangistas y la guerra civil, descubrió que el protagonista no era Sánchez Mazas, ni el heroico Miralles, el miliciano que le perdona la vida, sino la mirada del autor. Como en el faulkneriano ¡Absalón, Absalón! , en el que el protagonista evoca hechos del pasado lejano, pero que en realidad forman parte de su presente.

Alegre ha realizado un trabajo documental espléndido, que se lee como un relato, como otra novela en el interior de la película. La guinda de un éxito compartido.

*Escritor y periodista