José Enrique Abuín Gey, alias el Chicle, secuestró a Diana Quer con la intención de violarla, la estranguló con una brida y arrojó su cuerpo desnudo a un pozo con pesas atadas a la cintura para que se hundiera en las aguas profundas. Diana Quer fue asesinada por ser mujer, por ser considerada un objeto del que un hombre se puede apropiar al margen de su voluntad y después arrojar a un vertedero cuando ya no le sirve como si fuera una muñeca rota. Si hubiera sido un varón, Diana podría haber regresado a su casa de madrugada andando sin compañía, podría haberse emborrachado, lucido palmito y despertado admiración, deseo, rabia o celos de cualquier forma inconsciente. Los hombres pueden ejercer su libertad sin culpa, las mujeres levantan sospechas.

La muchacha de 18 años violada por La manada en los Sanfermines fue penetrada brutalmente por un grupo de hombres que, según fueron eyaculando por turnos, fueron abandonando uno a uno el portal donde la habían acorralado. Le ocurrió por ser una mujer. Como también a la niña de 15 años de la que abusaron tres futbolistas de la Arandina, de edades comprendidas entre los 19 y los 24 años. Ella también se convirtió en víctima por su género. Ni siquiera en este caso por ser mujer, porque era tan solo una niña.

Los expertos reclaman desde hace años que España considere violencia de género casos como estos descritos. Sin embargo, la legislación española no las considera víctimas de violencia machista. Es necesario que se sitúe el foco en el género porque es la única forma de profundizar en las raíces culturales y sociales que legitiman y perpetúan la violencia contra la mujer en todas sus formas.

Seguir negando que las mujeres sufren agresiones por el hecho de ser mujeres es cerrar los ojos a una realidad que cada año asesina, agrede y aterroriza a mujeres como si fuera lo más normal del mundo. Y no se puede tolerar más.

*Periodista