Con esa habitual mezcla de fervor, folclore, fiesta y vacación masiva, la Semana Santa española ha entrado en su cenit. En Aragón y particularmente en las poblaciones que integran la Ruta del tambor y el bombo , el lleno vuelve a ser total... al igual que en las estaciones de esquí del Pirineo. Ni el mal tiempo ni las posibles amenazas terroristas han frustrado la voluntad general de aprovechar estos días de asueto para viajar o participar en las numerosas manifestaciones religiosas programadas.

La doble faceta de la Semana Santa queda de manifiesto en una Zaragoza cuya vida ciudadana ha ralentizado su ritmo tras la salida de miles de vecinos a la playa o la montaña, pero en la que se multiplican las procesiones con una creciente participación de cofrades y espectadores. Cada cual elige la opción que más le interesa.

Pero este complejo fenómeno social no está exento de riesgos. El movimiento simultáneo de millones de personas por las carreteras sigue produciendo un número insufrible de siniestros y víctimas. Los actuales balances de muertos y heridos por accidentes de tráfico auguran ya un nuevo y dramático récord. Es el altísimo precio de las imprudencias.