Leo estos días la prensa y me entran más temblores que a la Angela Merkel. Madre mía, qué políticos tenemos. Qué impresentables. Qué sinvergüenzas. Y qué miedo dan. Para no pensar en ellos, ni en el calor sofocante que nos envuelve desde las últimas semanas, me sumerjo en la piscina. Es lo mejor que se puede hacer. Nadar un ratito a braza y un ratito a crawl, como cantaba Javier Krahe. Ay, cómo le echo de menos, por cierto: el mejor cantautor del mundo mundial, sin duda. Él componía sus canciones en verano, curiosamente, en la playita. (Pido perdón por hacer un inciso / tan funeral, /retomo el hilo de aquel paraíso / artificial / que junto al mar la ayudó, sin embargo, / para que no / atravesara por un trago amargo de H2O).

Volvamos a nadar entonces, tras este paréntesis del maestro. Además, la natación es el deporte más completo que existe, o eso dicen los expertos, así que puestos a hacer ejercicio, hagámoslo bien. Y bien fresquitos. La piscina es el mejor refugio, desde luego. Los críos se lo pasan en grande, chapoteando y tirándose desde los bordes de mil maneras diferentes. De bomba, de cabeza, de tripa… Da gusto verles jugar, con sus colchonetas, sus churros, sus pistolas de agua... Y yo, entre baño y baño, me tumbo en el césped o en la toalla al sol y aprovecho para leer algún buen libro.

Qué paz, qué tranquilidad. Ni los mosquitos me consiguen amargar (y eso que da pena matar a seres que llevan tu misma sangre). Un consejo: Si eres escritor y buscas inspiración, vete a la piscina y túmbate a descansar. Allí las ideas se tostan al sol, y acaban resultando luminosas y muy refrescantes.

Y si no te viene ninguna idea…, oye, estás en la piscina, disfruta. Feliz verano.