El director de cine Juanma Bajo Ulloa ha declarado que los españoles vivimos en una dictadura, y que esta, en su represiva pandemia política, es letal, casi perfecta.

Tan tiránico régimen estaría siendo alimentado por las fuerzas concéntricas del nuevo fenómeno de la autocensura y por la excéntrica ausencia de la libertad de expresión. Nuevas formas de Santa Inquisición camparían, según el realizador vasco, a sus anchas por esta España aburrida y enferma. Estaríamos siendo, afirma Bajo en voz alta, «teledirigidos», incluso habríamos sido ya derrotados por un sistema que «sin disparar un tiro» ha conseguido enjaular y corromper a la sociedad, enfrentando a una parte con la otra y creando enemigos donde no los había.

Para intentar escapar a esa tela de araña, el autor de Airbag ha retomado la senda del cine independiente con Baby, una película formalmente rompedora y sin concesiones, muy alejada de lo que él entendería por «el sistema».

La libertad del creador, advierte, está en proporción inversa a su militancia en cualquiera de los grupos corporativos o mediáticos que existen en nuestro país. Si entras en uno de ellos, avisa, dejas de ser libre, pasas a escribir lo que ellos quieren, a contratar a los actores que ellos quieren para que digan en pantalla las cosas que ellos quieren que oiga el público. ¿Y quiénes son «ellos»? Bajo Ulloa no da nombres, pero parece apuntar a los poderes políticos y fácticos. Esos partidos, bancos, sindicatos, empresas, estarían transformando la democracia constitucional y la división de poderes en una plataforma al servicio del poder ejecutivo. El director vasco conoce mejor a los supuestos represores de su comunidad, Euskadi, donde el partido dominante, dominado, a su vez, «por los jesuitas»(esto es, por los curitas del PNV), «reprimen a la población geográfica, política y sexualmente».

A unos y a otros, intelectuales y artistas les estorbarían hasta el punto de intentar maniatarlos, apartarlos de los éxitos editoriales, de las televisiones, de los premios Goya, de toda mesa o pesebre, subvención o contrato, para dejarlos en la cuneta de lo comercial, a la intemperie e indigencia del arte puro, solitario y socialmente inútil.

¿Será verdad?