Entre las incomodidades de la edad adulta puede contarse la ambigüedad moral. Durante la infancia, protegidos por los provechosos relatos de padres y profesores, disfrutamos de una ficción en la que el bien y el mal están claramente separados y donde las personas se alinean a uno y otro lado de esta raya imaginaria por propia voluntad, más allá de las circunstancias. Sin embargo, al llegar a la adolescencia empezamos a sospechar que las fronteras no están tan claras y que, quien más y quien menos, todo el mundo puede adentrarse en tierra ignota sin ser completamente consciente de ello. A partir de este momento decisivo, cada cual cuenta únicamente con su propia brújula para guiarse en estos delicados asuntos.

Sin duda, así lo hizo la capitana del Sea Watch, la alemana Carola Rackete, cuando decidió desembarcar con 53 inmigrantes a su cargo en el puerto de Lampedusa en contra de la prohibición expresa del gobierno italiano (y pese a la negativa del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a forzar un cambio en esta posición).

Para muchos, Rackete es hoy una heroína, epítome de la mujer de acción que se enroló en un rompehielos rumbo al Polo Norte tras terminar sus estudios en Lancashire y que no se arredra ante las bravatas del vicepremier italiano, Mateo Salvini. Visto así, resulta complicado objetar nada a su romántica actuación, por más que hasta entonces hubiera topado con el rechazo de todas las autoridades competentes: el gobierno italiano; el holandés, bajo cuya bandera navega la oenegé, y la propia UE, que descartó desde Estrasburgo las medidas cautelares solicitadas. Es más, una vez en tierra la jueza de primera instancia de Agrigento, Alessandra Vella, la ha exonerado de los cargos de desacato a la autoridad y ataque a barco de guerra que pesaban sobre ella esgrimiendo el cumplimiento de un deber superior: la salvaguarda de vidas humanas. Quizá sin saberlo, Rackete haya obtenido así el triunfo más sonoro del imperativo categórico de Kant en su formulación humanitaria -considerar a las personas como fines y no como medios- sobre el derecho positivo que se recuerda en el Viejo Continente.

Tras un feliz desenlace -aunque no sepamos cuál será la suerte de estos inmigrantes y qué decidirá la justicia sobre la acusación de colaboración para la inmigración ilegal- podríamos pensar en este episodio como en una especie de fábula del siglo XXI con la que enseñar a nuestros jóvenes la diferencia entre obrar bien y obrar mal. ¿Hay acaso una enseñanza moral mejor que el ejemplo personal? Pero…, en el aburrido mundo de los adultos siempre hay algún pero. Porque este episodio no es sino uno más en medio del mar de contradicciones que ha provocado en el seno de la UE la oleada migratoria procedente del norte de África tras las primaveras árabes vividas entre 2010 y 2013 y el posterior el estallido de sendas guerras civiles en Siria, Libia y Yemen. La desestabilización de la zona, impulsada por las potencias occidentales en aras de su supuesta democratización, ha puesto ya contra las cuerdas a países como Grecia, y mantiene sobre aviso a otros como España. Hasta la canciller alemana, Angel Merkel, tuvo que enfrentarse a una importante crisis política con motivo de los ataques perpetrados por varios refugiados en Berlín durante las navidades de 2016.

Como suele suceder, la cantidad de contradicciones y conflictos que aparecen en torno a este tema aumenta exponencialmente conforme se profundiza en él. En su día, un documental de la francesa TV5 reveló que la red de centros de acogida levantada en lugares como Lampedusa está plagada de vínculos mafiosos. Incluso en los países prestos a acoger a estas personas, empresas participadas por fondos especulativos hacen un pingüe negocio con las subvenciones de la Unión Europea. Lamentablemente, la llegada inmediata de otro barco de la oenegé Mediterránea al puerto de Lampedusa refuerza a su vez la idea de que estas actuaciones de salvamento establecen de facto una especie de puente marítimo que permite a los traficantes de personas publicitar el éxito de sus arriesgadas expediciones. Según el Corriere della Sera, el 59% de los italianos respalda el bloqueo de sus puertos que han decretado la Lega y el Movimiento 5 Estrellas. Demasiadas malas personas...