Las declaraciones de Pilar Ventura continuan retumbando en las paredes de los centros sanitarios que han padecido la peor cara del impacto del coronavirus, con más de 800 aragoneses fallecidos, en nuestra comunidad. Entre ellos, han muerto sanitarios que ejercían su labor profesional sin heroicidades.

En un contexto tan crudo, nadie con la empatía o el tacto suficiente hacia el colectivo sanitario hubiera afirmado que la fabricación de EPI caseras -porque la DGA era incapaz de proveerlas- era un «estímulo» para los sanitarios.

Es cierto que luego pidió disculpas. Y estoy seguro que las palabras que pronunció no las piensa, ni las volvería a mencionar. Pero es en la falta de responsabilidad por sus palabras lo que evidencia que la disculpa de Pilar Ventura es aún más delatora de su tremendo error.

Las formas, el sentimiento y la comunicación no verbal dicen más que unas palabras de disculpa. Su perdón sonó tan hueco que tampoco convenció a los sanitarios exhaustos de seguir a la intemperie del virus. Tanto sus erróneas palabras como la disculpa vacía fueron su ‘sepultura’.

Casi 900 sanitarios se han contagiado en Aragón sin que aún se le haya puesto solución tras dos meses de pandemia decretada. Un contagio provocado, exclusivamente, por la negligencia de la administración que gestionaba la exconsejera.

Es más, su dimisión esconde un cierto aire de falsedad. No hay que engañarse: dimite exclusivamente porque no cuenta con el respaldo de la Sanidad que lideraba. No lo hace por el arrepentimiento meditado de sus palabras. Y es precisamente el aval perenne de Javier Lambán hacia Pilar Ventura -aclaró que nunca la hubiera cesado- lo que ratifica su falsa postura dimisionaria.

La dimisión es condicionada por la ingente presión del colectivo sanitario, con todos los colegios profesionales y la gran parte de los sindicatos médicos, que han insistido en que su salida era irremediable para garantizar la dignidad del sector en la crisis actual.

El valor intangible de la Sanidad vale mil veces más que cualquier puesto político. En alguien que gestiona la sanidad pública en estas circunstancias tan complicadas lo mínimo que se le puede pedir es una empatía bruta a un colectivo tan vulnerable.

Un perfil que nunca personificó Pilar Ventura. Y sí lo hace Francis Falo cada día en el parte sanitario con tacto, conocimiento y sensibilidad. ¿Habemus Consejero?