"Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto". La frase, de Benito Pérez Galdós, tiene más de un siglo, aunque nadie lo diría, y se refería al sistema caciquil ideado por Cánovas del Castillo, del Partido Conservador, para alternarse el poder con Mateo Sagasta, del Liberal, ambos dinásticos, para sustentar la Restauración borbónica y frenar otras aspiraciones, como las del incipiente movimiento obrero. Corrían otros tiempos y también eran otros los protagonistas, pero algunas cosas no eran tan distintas. Solo hay que leer otra frase del escritor para sentir de nuevo el vértigo de la historia: "Tendremos que esperar como mínimo 100 años más para que en este tiempo, si hay mucha suerte, nazcan personas más sabias y menos chorizos de los que tenemos actualmente", añadía en La fe nacional y otros escritos sobre España en 1912. Galdós no se quedó solo en palabras y pasó al activismo político desde el Partido Republicano. A partir de 1909 presidirá junto al fundador del PSOE, Pablo Iglesias, la Conjunción republicano-socialista para canalizar el malestar obrero y evitar más hechos como los de la Semana Trágica de Barcelona. Galdós justificaba en El Imparcial esta coalición: "Voy a irme con Pablo Iglesias. Él y su partido son lo único serio, disciplinado, admirable, que hay en la España política. ¡Es por el socialismo por donde llega la aurora!". Pero él no la vería. Ni eso ni el broche de oro a su carrera literaria: el Nobel para el que fue postulado y se le negó tras una campaña difamatoria por su laicismo y republicanismo. De eso hace un siglo. ¿Da o no da vértigo?

Periodista y profesor