La vida nos deja un rastro de sangre

entre la tierra el fango y matorrales

un rastro que limpia la lluvia ácida

y los cataclismos del inframundo.

Dónde está el dios que puede evitarlos

el dios ausente desaparecido

de entre todos los vivos y los muertos

un dios desertor y un dios desertado.

El mismo dios el dios omnipotente

de paz y guerra del amor y el odio

el mismo dios de la salud y el virus

el mismo dios de ángeles y démones.

Qué se hizo del ángel de la tierra

y qué de los arquetipos platónicos

reconvertidos en tipos plutónicos.

Solo se yergue el Dios crucificado

en esta desmesura de lo negro

y en esta impostura de lo blanco.

Solo se queda el hombre y su conciencia

de un mundo atroz dolido atormentado

mientras los dioses bailan en su cuerda.

Este maximalismo de la vida

contrasta así con el minimalismo

de este morir que se abre con la muerte.

(Quizá este mundo no tiene trasmundo

pero tiene a favor un intramundo

donde se esconde el dios desconocido).