Javier Lambán ha acertado de pleno esta semana al pedir disculpas por los errores cometidos en la gestión de la crisis sanitaria. ¿Qué se puede hacer cuando alguien muestra una actitud humilde en circunstancias tan especiales? Lo normal es aceptar las disculpas, rebajar la tensión, dejar de lanzar reproches y ponerse a trabajar. No hay nada humillante en pedir perdón; más bien sugiere honestidad, aunque los políticos casi nunca reparan en ello. La reacción del presidente del Gobierno aragonés ha servido para estrechar vínculos con una oposición que, por otra parte, muestra en Aragón una sensatez y una predisposición a entenderse que no existen en esa caja de truenos llamada Congreso de los Diputados. Desde esta semana tenemos la sensación de que en nuestra comunidad autónoma todos reman en la misma dirección con el fin de resolver una crisis sin precedentes que ha llegado sin manual de instrucciones.

El pasado jueves me sorprendió otra disculpa, en este caso la de un periodista. Jaime González, jefe de Opinión de OK Diario, asumía que la información de su medio sobre la presunta investigación del Parlamento europeo a la instauración del estado de alarma por parte del Gobierno español era, sencillamente, falsa. Ni la Cámara europea va a estudiar si el decreto vulnera derechos fundamentales de los españoles ni se lo había planteado.

También aceptamos sus disculpas, pero hay una notable diferencia: el periodista daba a entender que su medio ha actuado con honestidad al asumir el error y que los demás medios también deberían hacer lo mismo. La realidad es que su diario digital es una máquina de fabricar bulos y que entre mentira a conciencia y equivocarse existe todo un abismo.

*Editor y escritor