Tres fueron los ejes principales del discurso que Felipe de Borbón pronunció ayer en la entrega de los premios Príncipe de Asturias: una firme condena del terrorismo "con todas sus conexiones, ramificaciones y modalidades"; una apuesta por el Estado del bienestar como vía para alcanzar "un desarrollo equilibrado y justo", y una defensa de la unión y la pluralidad de los pueblos de España como garantía de estabilidad y progreso.

Seguridad, democracia, justicia social y respeto a la diversidad en el marco de una España unida. Estas son las patas sobre las que se asienta el programa de futuro que ayer dibujó el Príncipe en un acto en el que no olvidó destacar el papel que su esposa, Letizia Ortiz, está llamada a desempeñar. Las palabras del heredero, con sus apelaciones a la libertad, a la esperanza, a la utopía, a la concordia, a la "conciencia activa", al diálogo y a la información veraz, sintonizan de modo sutil, pero inequívoco, con las aspiraciones que los españoles expresaron con sus votos el pasado 14 de marzo. Todo ello filtrado por una decidida vocación europeísta, entendida como deseo de convivencia solidaria y armoniosa y no como el proceso burocrático y uniformizador que algunos pretenden darle.