El mercado televisivo está en ebullición. Los hábitos de consumo de los espectadores han cambiado. La televisión lineal, la que decide cuándo programa los contenidos y los presenta en una parrilla, pierde adeptos en favor de las plataformas de streaming, a las que los consumidores se suscriben porque tienen contenidos exclusivos (películas, series o deportes) y porque les permiten verlos cuándo y dónde les place, sea de madrugada o sea en el tren a través del móvil o las tabletas. No es una revolución muy diferente a la que han vivido la industria de la música o la de la información. En esa transición aparecen nuevos operadores, en este caso Netflix, HBO, Rakuten o Movistar+, que alteran los modelos de negocio anteriores gracias a sus innovaciones.

Estos fenómenos, que los expertos llaman disrupción, provocan momentos como el que vive ahora el mercado de la televisión en España. Las plataformas de streaming se han querido convertir en productoras de contenidos y las televisiones convencionales y sus productoras asociadas responden convirtiéndose en plataformas. Son movimientos con los que los diferentes actores intentan adecuarse a la nueva situación. Sin embargo, la amplitud de la oferta ha dado lugar a una saturación, que forzosamente se equilibrará. Los canales y plataformas que respondan mejor a las tendencias crecientes (contenidos de calidad, servicio a la carta y acceso desde varios dispositivos) tendrán más garantías de atraer, no solo a los actuales telespectadores, sino sobre todo a los futuros.