Cada día yo te quiero más». A ritmo de los Gipsy Kings, andan bailando los rusos, que acaban de dar su parabién en las urnas a súper Putin. Pues, aunque no esté en el mejor momento de popularidad desde que llegara al poder hace más de 20 años, sus índices de aprobación han caído del 80% del 2008 al 59% del 2020, garantiza su mandato más allá del 2024 que terminaría el actual. La maniobra magistral de este exagente del KGB, de someter a votación una reforma constitucional, la revisión más importante de la Ley Fundamental desde que Rusia empezara a levantar cabeza tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, no solo le perpetúa en el poder dos mandatos más, hasta 2036, sino que le convierte en un gran líder espiritual, en tanto que es el dirigente que más tiempo ha permanecido en el poder en la historia moderna de Rusia. Pero, si esto ya le hace grande, lo más increíble es que este proceso electoral, que ha durado una semana, y en el que los pucherazos han sido la constante, era innecesario porque ya contaba con el visto bueno del Parlamento y del Tribunal Constitucional. Ahí es donde precisamente está la sutileza y el saber hacer de este artista del maquillaje, capaz de vender una consulta popular como un proceso democrático, cuando en realidad es una sabia maniobra autoritaria. La idea era salvaguardar su liderazgo, dar legitimidad a su arte, consiguiendo un apoyo incondicional, que casi ha logrado, con ese 77,9% de positivos. Brillante. No solo blinda su sillón en el Kremlin, sino que salva el culo de la cohorte de funcionarios y empresarios a los que ha alimentado en estas dos décadas, y con ello, mantiene los adeptos necesarios para gobernar cual auténtico zar. De manual, camarada. Ave Cesar.

*Periodista y profesora de universidad