En el siglo XXI, sin un estatuto del personal docente de la universidad en España, los gobiernos de nuestro país han decidido, legislatura tras legislatura, denostar la labor fundamental de la universidad: la transmisión de conocimientos a los estudiantes y la formación de profesionales.

La televisión española emitía, en los años 70, en la sobremesa, una serie que bajo el título Vida de estudiante, era una adaptación de la película Paper Chase para la TV, ambientada en la Facultad de Derecho de Harvard y donde destacaba el profesor Kingsfield: una clase semicircular, bien escalonada, cada alumno en su silla, no en otra, que permite la identificación y un sistema de impartición en Derecho, el sistema del caso, de difícil implantación en nuestro sistema romano-germánico. Pues bien, esa visión de la formación universitaria donde el alumno aprende y es formado tanto en conocimientos como en un espíritu universitario está siendo zaherida.

La Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) decidió procurar acreditaciones, para profesorado universitario, sobre papeles, sin ver a las personas, sin hablar con ellas y por si esto fuera poco, para ser acreditado como profesor, la docencia, en el cómputo sobre 100 puntos se valora como máximo con un 35%. El 55% corresponde a la investigación y el resto a participación en órganos de gobierno, para el cuerpo de catedráticos, mientras que para contratados doctores se habla de una ratio 60-30, para los ayudantes doctores 60-35. Sencilla consecuencia: todos buscan publicar y participar en proyectos de investigación, ¿y la actividad docente, las clases, las prácticas, los seminarios, los grupos de trabajo, la asistencia a eventos fuera de la guía docente? No parece importar y por ello al no valorarse la docencia se asiste a la desbandada en la formación universitaria.

Los que nos acercamos a la jubilación vemos una distancia abismal, aparte de la edad, entre los que conseguimos alcanzar una plaza de profesor de las antiguas escuelas universitarias, y los nuevos ayudantes y los que consiguen una acreditación para ser contratados por la universidad. Si quieren acceder a una plaza, y seguir ascendiendo en la carrera Universitaria deberán acumular méritos de investigación porque la docencia solo es valorada con un 30% de los puntos.

La docencia parece ser residual para los gobernantes, y no debe ser así. ¿Cuál es el fin para la que fueron creadas las universidades? ¿Qué sería una universidad sin estudiantes? Como ya indicó el cardenal J. H. Newman en sus discursos recogidos sobre su idea de la universidad, la relación profesorado-alumno es la más importante en la academia, el lugar de intercambio vivo entre profesor y alumno, y por ende la enseñanza, la formación de los ciudadanos para actividades profesionales.

LOS ‘RANKINGS’ de las universidades (ya sea el grupo del CSIC, Scimago, Shanghai University) se establecen sobre la investigación, el número de premios nobel u otros galardones internacionales, sin tener en consideración suficientemente a los graduados que surgen de sus aulas y que desarrollan su labor con un alto grado de profesionalidad. Los dirigentes de la Nación se equivocan por no querer diferenciar la labor docente y la labor investigadora. Transmitir conocimientos no es lo mismo, ni puede ser lo mismo que pensar, repensar, sobre un tema, escribir y experimentar y volver a experimentar. Son labores totalmente distintas y ello debería ser objeto de atención por nuestros legisladores.

Pues bien, ante esta situación hay que pensar que un millón de alumnos universitarios, en nuestro país, asisten a las clases de nuestras universidades y su formación depende de las vocaciones que cada día están siendo despreciados por nuestros gobernantes. Si bien a John Houseman le otorgaron el Oscar como mejor actor de reparto (1973) por su interpretación del profesor Kingsfield, hoy por esa labor docente vocacional de cada día, solo permite la recompensa de recordar a los viejos profesores con gratitud por parte de quienes fueron sus alumnos.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza