Reflexionaba el otro día, si ustedes recuerdan, más bien tristemente en torno a nuestra política internacional --o sobre la ausencia de ella--. En vista a los últimos acontecimientos, mi estado de ánimo no ha mejorado.

La culpa la tiene ahora la entrada en vigor de la Ley Helms--Burton, con sus serias amenazas contra las propiedades españolas en Cuba.

De llevarse a la práctica, vía reclamaciones judiciales de los antiguos propietarios, las cláusulas de reversión reguladas por dicha ley dañarían seriamente nuestros intereses en la isla caribeña.

La reactivación de la norma Helms--Burton, hasta ahora congelada, viene directamente impulsada por la mano de Donald Trump. Gracias a su amparo legal se estudiarán las reclamaciones de propiedades y bienes incautados por la Revolución cubana a partir de los años sesenta del pasado siglo. Muy en particular, las de los exiliados hace décadas en Miami, cuyas casas y fincas fueron forzosamente decomisadas por Fidel Castro para revertirlas al nuevo Estado revolucionario y comunista. A partir de mañana mismo, los exiliados cubanos podrán reclamar la propiedad de los terrenos sobre los que se han venido asentando decenas de empresas, entre ellas cadenas hoteleras españolas tan destacadas como Meliá o Iberostar. Propietarias de hoteles, urbanizaciones y negocios en La Habana, Varadero, Cayo Largo, Santiago, etcétera, que ahora pueden perder.

La Unión Europea, por boca de Federica Mogherini, acaba de salir al paso de esta nueva locura de Trump (inspirada por sus intereses electorales en Florida, sin la nada indisimulada intención de atar el voto cubano), advirtiendo que sus consecuencias pueden debilitar alianzas y lazos trasatlánticos, algo que al presidente norteamericano no parece inquietarle.

El Gobierno español, sin embargo, calla. Nada ha dicho aún nuestro ministerio de Asuntos Exteriores, siempre tan prudente, discreto y amable con unos y con otros. Olvidando que Estados Unidos no es nuestro enemigo, aunque Trump se comporte como Randolph W. Hearst en la guerra del 98, sino nuestro aliado militar. La pregunta sería: ¿Qué ganamos con ellos?