Lo cierto es que este año 2020 está llevándose la palma en cuanto a alteraciones sociales y de la naturaleza que se pueda recordar en los últimos años. Es posible que sea cierto que los bisiestos llevan como marca diferencial toda clase de acontecimientos negativos. Podemos creerlo o no, esto tiene la ventaja de que cuando termine el año todo volverá a su ser. No me atrevo a determinar si es bueno o malo, porque la realidad es que quizás nos hayamos acostumbrados a esta forma de vida y no seamos capaces de alejarnos de ella. Espero equivocarme.

Si se me permite clasificar, por orden de importancia, qué duda cabe que la llegada del famoso covid-19 ha sido el altercado peor de todos y del que todavía no nos hemos librado. Es más, creo que se encuentra a gusto entre nosotros y ha decidido no irse, además sabe que siempre tendrá algún canal por el que introducirse en cualquiera de nosotros, en especial cuenta con la ayuda de un buen grupo de descerebrados que le ríen las gracias y facilitan su camino. Espero y confío en que nuestros científicos encuentren la fórmula de mantenerlo a raya lo antes posible.

Como consecuencia de esto, y para evitar que las bajas de esta batalla fueran las menos posibles, hemos dejado paralizada o ralentizada la economía, que en tiempos de normalidad nos permite continuar avanzando como sociedad.

DEBO AFIRMAR que, revisando la historia de la humanidad, siempre sucede que en iguales circunstancias y por diversos motivos, vuelve a renacer. Nosotros hacemos que así sea. Como podrían afirmar los mejores en la materia: los mercados que mueven la economía son como el ave Fénix, resurgen de sus cenizas. Y en esta ocasión no será diferente.

También nos ha traído este 2020 el affaire del Rey emérito con todos sus devaneos y movidas dinerarias y políticas. Aquí, ya no sé si me atrevería a decir que la maldad del bisiesto ha dicho: les voy a poner este entretenimiento para campar a mis anchas con la pandemia y la economía. Porque en este país nos gusta más jugar a juzgar y a ser los que mejores secretos conocemos, porque siempre nos los ha contado un amigo que lo sabe muy bien. Y para ayudar a que esto funcione tenemos las redes sociales, que nos aportan lo mejor del desconocimiento y de la ignorancia.

Tenemos más cuestiones que nos afectan, no cabe duda, y aquí podemos estructurar un mapa con lo sustancial de este año: el comercio se está desvirtuando a causa de la aplicación de aranceles por la guerra que mantienen China y Estados Unidos; el Reino Unido con el brexit nos desequilibra la relación a través de la Unión Europea, y esta a su vez se divide entre los países que se han dado por llamar frugales (será que se han puesto a dieta por estar muy gordos), y los mediterráneos, en especial España e Italia; y por último todos los dirigentes de países que consideran que el virus que sufrimos es una especie de broma. 2020 no lo olvidemos.

Pero centrémonos en nosotros y en nuestro país, y veamos cómo entendemos todas estas cosas que nos están sucediendo. Lo primero de todo el 21 de junio terminó el estado de alarma con unos indicadores que nos hacían imaginar que ya andábamos en camino de un verano más o menos placentero, habíamos dado ejemplo de hacer bien las cosas, y de repente fue como si el virus quedase desplazado por la locura: había que recuperar el tiempo perdido. Unos cuantos grupos se echaron a la calle. Ya nada importaba. Y el covid-19 pensó: ¿hay juerga?, pues yo me apunto. Y comenzaron los repuntes. Esta pandemia ha sido la portadora de nuevas terminologías: desescalada, nueva normalidad, repunte y algún otro que se me escapa. ¿Repunte es dónde estamos ahora? Quizás no sabemos ni siquiera dónde estamos.

Con la economía vamos haciéndonos expertos en reivindicaciones a la carta y me pregunto: ¿habrá que demandar al virus que por su causa hemos tenido que paralizar la economía? Primero de todo considero que debemos comprender que la prioridad para cualquier decisión es la salud y una vez garantizada esta ya podremos dedicar todos nuestros esfuerzos a recuperar la situación económica, que es evidente que no por ello la debemos dejar aparcada, pero sí subordinada a garantizar la vida. Como decía al inicio, los países han tenido guerras que los han dejado destrozados y con nula economía y siempre han sido capaces de recuperarse, incluso en mejores condiciones de las que tenían antes.

PERO PLANTEADAS estas cuestiones, de interés principal para todos nosotros ¿a qué íbamos a dedicar nuestro interés y esfuerzo? Se descubren indicios de manejos monetarios extraños de Juan Carlos I , anterior jefe del Estado. Se comenta que ha recibido comisiones, que no ha declarado a Hacienda por ello y que puede que exista blanqueo de capitales y todo esto lo toma en sus manos la Justicia, tanto española como Suiza. Pues dicho esto, aquí se termina mi preocupación, ya se ocuparán los jueces de cómo tratar el tema, que para eso están. Sin embargo, para los medios y para muchos ciudadanos, se abre una nueva causa y se empieza a juzgar y, como además se marcha de España, se da comienzo a un nuevo juego: ¿dónde está Wally? Y está claro que esto es mucho más importante que todo lo referente a la pandemia y a la economía.

Con todo ello abrimos la puerta a que diga lo que sea la Justicia ya habrá dejado de tener ninguna credibilidad, porque ya todos nosotros hemos decidido lo que debe ser. Pero debemos ser conscientes que hay con esto un resultado final, la destrucción de la garantía que nos daba la acción de la Justicia. La habremos liquidado y ya no tendrá sentido saber que hay un poder que vigila por nosotros que todo vaya por el buen camino. Dejemos que las instituciones hagan su trabajo y ocupémonos nosotros de nuestras propias responsabilidades, que no son pocas ni tienen demora.