Es demasiado pretencioso acudir a Platón, pero en nuestro panorama político hay una batalla cada vez más profunda entre el mundo de las sensaciones y el mundo de las ideas. Y por ahora gana por goleada el primero. Es decir, allí donde prima la opinión (autorizada o no), las explicaciones cambiantes e intercambiables, los eslóganes simplistas dirigidos a lo emotivo y no a lo reflexivo, lo anecdótico sobre lo fundamental, y esa manera de hacer política especulativa en base a la presunción de dar por ciertos acontecimientos que no han ocurrido, anunciando diversos apocalipsis que amenazan nuestras libertades. Una aspiración y una palabra que parece haber cambiado de bando desde que la doctrina de la globalización alineó estrictamente la libertad con la libertad de comerciar, como dijo Ignacio Ramonet, una peligrosa dinámica cortoplacista por naturaleza.

Frente a este mundo de las sensaciones revueltas, y no más allá, se situaría el de las ideas, que mira al medio y largo plazo. En nuestro caso, el problema de la desigualdad social y la falta de políticas redistributivas, que tanto ha repetido la OCDE, el retroceso en investigación, inversión en energías renovables o la transformación digital. Se trata del terreno en el que los argumentos han de traducirse en hechos y no solo el de las buenas intenciones.

De momento es prometedor y novedoso que Pedro Sánchez haya asegurado que cada cien días dará cuenta de su gestión. No cabe esperar una gran revolución, como anticipan diferentes trompetas, en un Gobierno con tecnócratas como Nadia Calviño o José Luis Escrivá al mando de las cuentas, algo que también sabe Alberto Garzón cuando reconoce: «Tenemos que aceptar que es una oportunidad para que no se estropeen más las cosas».

Pero nada será posible si no se aprueban unos Presupuestos que lo reflejen. Para bien o para mal la pelota está en las manos de ERC, donde al tiempo que les importa «un comino la gobernabilidad de España» exploran junto a los Comuns la vía posibilista de una fiscalidad progresiva más justa para Cataluña, para disgusto de Pilar Rahola, por cierto. Del otro lado hay poco que esperar. JxCat, PP y Cs ven irresponsable subir las pensiones un 0,9% o el salario mínimo pero priorizan aumentar el sueldo de los diputados del Parlament un 1,75%. Por algo Platón clasificó a los hombres así: «Amantes de la sabiduría, amantes del honor y amantes de la ganancia». Pues eso. H *Periodista