Cuando Zapatero anunció el cumplimiento de la promesa electoral sobre las tropas españolas en Irak, EEUU respondió desdeñosamente negando cualquier impacto militar a la retirada del 1% del total de los soldados desplegados, que es lo que realmente supone la retirada de la Plus Ultra.

Ciertamente, el peso bélico español en Irak, sumado al de Honduras y la República Dominicana, que también han anunciado su salida, no ha sido grande. Pero el problema que plantea la retirada española no es tanto de orden militar como político. Se trata de la misma cuestión que plantea, por ejemplo, en Reino Unido, la rebelión sin precedentes de diplomáticos del Foreign Office contra el total alineamiento de la política exterior de su país con EEUU. O la crisis política que el tema genera en Polonia. O las imágenes de féretros de soldados estadounidenses...

Aparecen por todas partes indicios de dudas en la opinión pública y de fisuras en la mal llamada coalición. Unas y otras ponen en discusión el sentido de una operación cuyos límites están saltando por los aires un año después del inicio de la guerra, cuando EEUU necesita más tropas para sujetar a los iraquís y tiene grandes dificultades para encontrarlas.