Cuántas veces una verdad aparentemente irrebatible ha mutilado el deseo de indagar y de saber. Cuán a menudo una Verdad (tan aparentemente intocable que exige ser escrita en mayúscula) no mueve a ser comprendida y discutida, sino sólo a que las cabezas se inclinen con sumisión y las bocas repitan sin descanso fórmulas de acatamiento.

Sin embargo, los mayores descubrimientos, las revoluciones científicas más decisivas han supuesto poner en duda el sistema vigente hasta esa fecha, las ideas tenidas hasta entonces por incontrovertibles. Colón dudó de los presuntos abismos existentes al final del océano; Copérnico, de la cosmología ptolemaica; Pasteur, de los procedimientos habituales en el ámbito de la medicina; Jesús de Nazaret puso en tela de juicio el judaísmo imperante en su tiempo; Nelson Mandela, el sistema de apartheid que asolaba y asfixiaba a los suyos.

Suele ocurrir que los logros realizados por los grandes genios de la humanidad pierden fuerza y frescura con el trascurso del tiempo: los fundamentalistas (que tienen a gala ser tenidos por discípulos verdaderos y seguidores predilectos de esos genios) ya se encargan de que las propuestas de sus maestros se escleroticen en nombre de la ortodoxia, vedada a la libre indagación y donde vegetan esos ortodoxos.

Los ortodoxos no asumen el mensaje auténtico de seguir indagando, investigando, descubriendo nuevas parcelas del mundo y de la vida, pues se limitan a defender a ultranza lo ya conseguido. La verdad se torna entonces rocosa, estática, inamovible e incuestionable. Sus libros no son ya valiosos instrumentos que contienen lo alcanzado hasta el momento e invitan a continuar la búsqueda, sino fetiches sagrados. Los ortodoxos ven con malos ojos a los inquietos, a los que consideran insumisos, iconoclastas y heterodoxos, y exigen sumisión, obediencia y aceptación pasiva de las ideas. La búsqueda de la verdad se hace fecunda, pero los fundamentalistas pretenden castrar todo cuanto se mueva.

Un ejemplo palmario de todo ello es la educación y la enseñanza. El buen alumno es el que acepta sin rechistar las normas, los reglamentos, las pautas políticamente correctas; también, quien reproduce con mayor literalidad lo que le dictan. El buen alumno ha de asimilar lo dado, sin cuestionarlo. El buen alumno no pone en duda la doctrina, ni se rebela contra el adoctrinamiento diario al que está sometido. De hecho, en el mundo del fundamentalismo quien realmente debe saber es el mediocre dirigente de los súbditos perfectos, es decir, de quienes contemplan el mundo y afrontan la vida desde la obediencia a las consignas del dirigente de turno.

Quizá la más eficaz y hermosa de las dudas consista en que los presuntamente débiles y que sienten la comezón de mil preguntas dejen de creer en las supuestas certezas infalibles de los ortodoxos y empiecen a cultivar la suyas propias. Dudar destruye el fundamento mismo de las presuntas verdades inmutables, a la vez que conecta con el espíritu que llevó a los genios a proponer que la vida consiste en generar nuevos descubrimientos. Afrontar la vida y el mundo con nuevas preguntas ahuyenta el miedo y la resignación, a la vez que mueve a mejorar el mundo frente a quienes pretenden dirigirlo en su propio beneficio apelando a sus rancias ortodoxias.

Glosando a Brecht, hay dirigentes que nunca deberían olvidar que han llegado a ser dirigentes, entre otras cosas, por haberse atrevido en el pasado a dudar de otros dirigentes. Qué menos, por tanto, que ahora permitieran dudar a los dirigidos. Hay dirigentes que ponen todo su empeño en convencer de que ellos son pastores y, por lo tanto, son ovejas los demás. La más eficaz, positiva y constructiva de las revoluciones consiste en que cada ser humano, contando con las aportaciones habidas a lo largo de la historia de la humanidad, hiciese de su vida un camino inédito, una senda virgen, sobre la que ir descubriendo en cada caso y por sí mismo, aunque también junto con muchos otros seres humanos, las preguntas y las respuestas que cada día emergen en el mundo y en la vida.

Boscoe Pertwee escribió: "Hace tiempo estaba indeciso, pero ahora ya no estoy tan seguro". Parece una boutade , pero en realidad es una sonrisa antes de emprender la aventura diaria del vivir y una incitación a la rebelión y a la búsqueda constante y permanente. *Profesor de Filosofía