El presidente de Aragón, Javier Lambán, aprovechó el acto conmemorativo de los diez años de la Expo para reivindicar el Ebro en su tramo aragonés, lanzando la ambiciosa y quizás no tan utópica idea de actuar urgente y conjuntamente en una nueva planificación de sus riberas. De esa manera continuaría los trabajos ribereños y estructurales emprendidos por Juan Alberto Belloch y su equipo. Si el alcalde socialista logro convertir el Ebro a su paso por El Pilar en la calle principal de Zaragoza, Lambán aspiraría a transformarlo en la plaza mayor de Aragón.

¿Es eso posible?

Con dinero, sí, como todo aquel proyecto susceptible de ser evaluado y financiado por un Gobierno Autónomo, por unos cuantos Ayuntamientos con sede en la ribera y por ese Ministerio de Fomento del que depende casi todo lo que en la obra pública de Aragón se planifique a futuro.

Si hay partidas económicas suficientes, ¿por qué no actuar en el tramo aragonés del Ebro, donde abunda la población (pero no tanto como quisiéramos), el regadío (pero no tanto como necesitaríamos) y el emprendimiento (pero no tanto como en otros lugares Ebro abajo o Ebro arriba)?

El sueño de convertir el río en un foco o foro, en un elemento de unión al mismo tiempo físico y político debería estar desde el principio pactado con las restantes Comunidades Autonómas por la que discurre el Ebro, desde su Cantábrico natal hasta su Mediterráneo íntimo, con ese delta que depende de lo que los demás respeten.

El Ebro es una unidad. Los ríos, como los océanos, gustan de borrar las fronteras, y por eso, para beneficiarse de un tratamiento conjunto, habría que convencer a todos sus usuarios, en especial a catalanes y vascos.

Empresa nada sencilla, pues hace años, décadas, que los presidentes de País Vasco y Cataluña no asisten a las reuniones de sus homólogos, a nada que tenga relación con el Estado de las Autonomías. Sus partidos más radicales abogan por separar geografías y proyectos, para no mezclarse, o contaminarse, con riojanos y aragoneses, cántabros y valencianos, no sea que se resquebrajen sus identidades.

El nuevo proyecto anunciado por Lambán es ambicioso y puede rentar a Aragón múltiples ventajas y horizontes de futuro. Un río como el Ebro merece inspirar más actividades e iniciativas.