Cada año para estas fechas nos toca echar las cuentas, presentarlas ante Hacienda para que no haya lugar a dudas y si nos toca pagar lo asumimos por aquello de los impuestos que, presumiblemente, a través de alguna función osmótica volverán a redundar en los ciudadanos. Pero lo cierto, y aunque los últimos estudios nos revelen como consumidores impenitentes, es que la vivienda sigue estando inaccesible, y aunque la ministra Trujillo está por la labor de reducir el IVA, su gobierno le pide calma. El que los ciudadanos lloren de alegría cuando les toca en un sorteo la posibilidad de comprar una vivienda de protección oficial y lo celebren cual lotería de Navidad, es síntoma de la angustia por conseguir un piso donde vivir. La otra opción es embarcarse en una hipoteca a largo plazo que, en breve, pasará a llamarse generacional porque se va a trasmitir de padres a hijos. Los herederos más que un patrimonio tendrán deudas y sólo al final los nietos podrán llegar a celebrar que el piso de sus abuelos ya es suyo. Salvo que el Gobierno acelere un plan para equilibrar los precios de compra y preste ayudas para impulsar los alquileres. Sería una solución.

*Pintora y profesora de FP